viernes, 28 de junio de 2013

Un Silencio Ensordecedor.


En el capítulo 15 versículos 2 y 3 del libro 1Samuel;  Jehová  Dios le envía una orden a Saúl por medio del profeta Samuel y le dice: “Yo castigare lo que Amalec hizo a Israel,
cortándole el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, hiere a amalec, destruye todo lo que tiene y no te apiades de él; mata hombres, mujeres y niños, aun los de pecho, y vacas, ovejas, camellos y asnos”.
Cuando Dios saco al Pueblo de Israel de Egipto por medio de Moisés, vagaron 40 años en el desierto por causa de sus constantes rebeliones y pecados, de modo que luego que Moisés enojado peca contra Dios, éste encomienda a Josué la difícil tarea de  introducir al pueblo a la tierra prometida. Luego de la muerte de Josué, después de haber conquistado Canaán (la tierra prometida), El pueblo de Israel se olvido de Dios y de sus mandamientos y estatutos haciendo lo malo delante de sus ojos, y Jehová Dios los entrego en manos de naciones perversas que los afligieron en gran manera. Pero cada vez que el pueblo de Dios se arrepentía y clamaba a él, el Señor  levantaba jueces que peleaba por ellos y los libraba del yugo opresor de las naciones vecinas. Y esto fue hasta que el pueblo desecho a Dios pidiendo para sí un rey que los gobernara. Es por ello que fue escogido de la tribu de Benjamín el joven Saúl, el cual por ser alto y hermoso agrado al pueblo.
Saúl luego de ser ungido por el profeta Samuel como Rey, mas adelante comienza a tomar decisiones de espaldas a Dios. Entre sus decisiones graves que lo llevan a ser destituido del reino fue el de cumplir parcialmente la orden de acabar con Amalec. Mato hombres, mujeres e infantes, perdonando el ganado y al Rey de Amalec. Pero el mayor error que cometió fue el de intentar ocultar por medios de zalamerías la falta, y el justificarse adjudicándolas  a otros.
Cuando el profeta Samuel llego al campamento Saúl salió a su encuentro con risas y alegría intentando distraer su atención del escándalo que en los corrales había. Mas sin embargo Samuel cuya audición estaba muy activada, le dice a Saúl, cuando éste se exalta a si mismo  haciendo alarde de haber cumplido el mandato de Dios: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos? (Versículo 14).


Al igual que Saúl, en este tiempo; muchas veces las quejas de otros por nuestra causa le impiden a Dios escucharnos. Intentamos ocultar nuestras fallas por medios de zalamerías, (alabanzas) que intentan distraer la atención de Dios. Nos olvidamos muchas veces de la Justicia de Dios y  solo la recordamos cuando es conveniente para nosotros. Cuando somos los agraviados, los ofendidos, los burlados. Pero hemos olvidado que esa misma Justicia que demandamos para nuestra causa es la que muchos demandan a Dios “por” nuestra causa.
Y otras tantas veces  hacemos caso omiso al redargüir del Espíritu Santo, porque pensamos que esas “pequeñeces” Dios no las toma en cuenta.  Saúl nunca se imagino que esa “sutil idea” de conservar el ganado le destronaría para siempre. Y menos cuando les había adjudicado la responsabilidad a los soldados que con él estaban. “De Amalec la han traído; porque el pueblo perdono lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios” (versículo 15). Pero Samuel era un hombre espiritual, con un gran discernimiento y de paso fue Dios mismo quien le mostro el desastre que Saúl había hecho.
Son nuestras actitudes y nuestras acciones ante los demás lo  que hace que Dios actúe. Y muchas veces creemos que por ser hijos no seremos amonestados de nuestro mal proceder; y en muchos casos Dios se ve obligado a actuar en nuestra contra y no a favor. ¿Es Dios malo? En ninguna manera. Dios es justo. Y  es injusto que muchos lloren por nuestra causa, o que sufran la ira por nuestras palabras o actitudes. Es injusto que nuestras irresponsabilidades provoquen molestias en los demás, que empeñemos nuestra palabra; comprometiéndonos y alterando los planes y el tiempo tan valioso de otros, que han decidido confiar en nosotros.
Y al igual que Saúl nos justificamos culpando a los demás “Al contrario, ¡he obedecido la voz de Jehová! …Pero el pueblo tomo del botín ovejas y vacas” (versículo 20). Él era el Rey y nada se hacía sin su consentimiento. Por ende la orden de tomar el rebaño y - guardarlo- fue del mismo Saúl. Pero en su osadía y obstinación paso por alto un pequeño detalle que; Dios lo examina todo, incluso el corazón del hombre.
No podemos vivir  a diario pasando por alto este detalle tan importante. Y menos escondiendo las vacas y las ovejas, que representan las quejas de aquellos que de una u otra forma dañamos. También representan nuestras ambiciones e  injusticias ocultas.
Mientras más ocultemos nuestras injusticias hacia los demás, más fuerte se harán el clamor de ellos hacia Dios; de manera que lo ensordecerán.
Y por más que nos acerquemos “sonrientes y jactanciosos, complacidos de servirle a Dios” Él estará atento al clamor de otros que sube a su trono por nuestras irresponsabilidades.
La Biblia dice: “JUSTICIA Y JUICIO SON EL CIMIENTO DE SU TRONO”. Y “ÉL NO HACE ACEPCIÓN DE PERSONAS”.
No esperemos ser desechados para darnos cuenta de que hemos pecado contra Dios. Más bien seamos diligentes en corregir nuestros errores, y enmendar los agravios cometidos contra otros. Y la mejor forma de hacerlo es pidiendo Perdón. Y detrás del perdón vendrá la restitución.


Es tiempo de soltar las ovejas y vacas del corral y dejar que se marchen para siempre.  De ese modo descansaran los oídos de nuestro Dios y solo se deleitaran en nuestra adoración.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo