Cierto hombre se levanto muy de
mañana, ensillo su corcel, le coloco toda la carga que llevaba y se dispuso a
recorrer cabalgando 6 km hacia la
salida donde encontraría el vehículo que lo llevaría a la ciudad. El corcel
iba galopando tranquilamente hasta que llego a un desvío, donde cada
madrugada lo dirijia su jinete para
arriar el ganado.
Esa mañana el destino era otro; y
es por ello que luego que el hombre forzara al corcel a tomar un nuevo camino, aun desconocido para el animal,
éste comenzó a tratar de devolverse de una u otra forma. Cada vez que podía, se
pegaba a los linderos que separan un potrero de otro ocasionándole aruños al hombre. En otras oportunidades se
detenía a comer pasto en el camino y pasaba minutos sin siquiera intentar
moverse; provocando una lucha campal entre él y
su jinete por ganar el control de la situación.
El hombre comenzaba a
cansarse, mientras el sol brillaba en su máximo esplendor
convirtiéndose en un huested indeseable, las horas transcurrían; solo jinete y corcel habían recorrido menos
de 2 km y el tiempo convirtiéndose en su peor enemigo le recordaba al hombre
que la salida aun estaba lejos y cada minuto de lucha entre ambos (corcel y
jinete) sería contraproducente.
Fue en ese instante cuando el
hombre lleno de impotencia, rabia y decepción anhelo no solo bajarse del
corcel, sino soltarlo sin importar que este se perdiera.
En ese preciso momento escucho
una voz en su interior que le dijo: “Así me he sentido yo contigo… Y muchas
veces he querido soltarte y esperar que te pierdas”. El hombre entendió que esas palabras
provenían de la misma boca de Dios y que todo lo que estaba viviendo con su
corcel no era más que el reflejo de la lucha que Dios a diario tenia con el.
Aquel hombre bajo del corcel y
comenzó a llorar.
Muchas veces pensamos que tenemos
toda una vida para lograr lo que queremos y nos olvidamos del tiempo y de lo
valioso que este es para Dios. Tanto que al igual que el corcel buscamos
nuestro propio camino egoístamente, creyendo que la libertad nos da el derecho
de postergar los planes de Dios. Hay quienes
piensan que Dios debe esperar por ellos; y hay quienes se dan a la tarea de
jugar a saber quién puede más, y en
muchos casos subestiman al Creador del cielo y de la tierra hasta hacerlo
enojar.
El Señor dijo: “MISERICORDIA
QUIERO Y NO SACRIFICIOS”.
¿Quién es el hombre para que
enoje a su creador? ¿Quién eres tú, para tomar decisiones de espaldas a Dios
sabiendo que te debes totalmente a él?
Dios no merece sufrir por nuestras rebeliones ni por nuestras
actitudes egoístas y vanas. El no merece que le hagamos sentir dolor por causa
de nuestras desobediencias y obstinaciones.
Y quizás muchos dirán…¿Pero cómo puede un ser supremo como
Dios sentir dolor? Cuando Dios ordeno la tierra y creó al hombre y a la mujer,
y estos desobedecieron su mandato y fueron expulsados del huerto del Edén, la
tierra comenzó a poblarse y los hombres comenzaron a pervertirse de manera tal
que a Dios le DOLIÓ EN SU CORAZÓN el haberlos creado.
La biblia dice “Porque como
pecado de adivinación es la rebelión y como ídolos e idolatría la obstinación”
1 Samuel 15:23. Cada vez que el ser humano empieza a hacer las cosas a su
manera, olvida que el único que conoce el futuro del hombre es Dios, y solo él
lo revela a quien quiere.
Adivinación es todo aquello que
le lleva al hombre a desear saber todo sobre el pasado, presente y futuro sin
haberlo vivido.
Obstinación es la actitud que
asume una persona para llevar a cabo sus planes por encima de lo que sea, este
errado o no. Y estas dos condiciones del
ser humano son las que Dios desaprueba y lo lleva a confrontarte. Sin embargo
la confrontación de Dios es el último recurso que el emplea en una persona para
hacerle entender su propósito y llevarlo a meditar en su proceder, ya que solo
su confrontación descubre las verdaderas intenciones y los verdaderos
pensamientos del hombre.
¡Cuántas veces hemos enojado a
Dios, y le hemos hecho saber con nuestras actitudes que su propósito no nos
importa!
El ser humano acostumbrado a su
autosuficiencia traza metas para su vida y le cuesta dejarse dirigir. El corcel
por naturaleza es rebelde y obstinado; no le gusta sujetarse y continuamente
busca devolverse, es fuerte de carácter y por ende desprecia la dirección.
Dios, en cambio, condena la
rebelión, y la obstinación esperando del hombre y de la mujer sometimiento,
sujeción y obediencia. Tu carácter debe ser determinante solo para decidir
hacer lo correcto y continuamente buscar direccionar nuestras vidas a través de
la presencia de Dios y de sus consejos.
Dios ya ha trazado una meta para nosotros y él espera que la aceptemos
con agrado, aunque no estemos seguros o no sepamos el fin o los planes que
tiene preparado de antemano. En eso se basa la confianza. En descansar seguros
de que él es bueno y quiere para nosotros lo mejor.
Preguntémonos; es Dios nuestro
Amigo o Enemigo?. Y luego que nos respondamos entonces seamos sinceros con
nosotros mismos y con Dios.
“Cuando te convenzas de que Dios
nunca se equivoca, entonces dejaras de equivocarte tu”.
Recuerda que no somos los dueños del tiempo sino administradores del mismo.
"El tiempo corre y es DIOS quien cabalga sobre el."
Muy bueno este articulo hermana,la felicito.
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