viernes, 12 de julio de 2013

Al Limite de la Fe.


En algún momento de nuestras vidas solemos hacernos esta pregunta. ¿Qué hacer… cuando no se qué hacer? Y tratamos por todos los medios de buscar la solución  a los diferentes conflictos que se nos presentan; unos más fuertes y difíciles de sobrellevar que otros.
Tal fue el caso de un Rey cuya trayectoria monárquica era intachable. Hombre valeroso, decidido, temeroso de Dios, respetable y con una moral irreprensible  ante su pueblo. Nos referimos en esta ocasión a Josafat, quien gobernó  Judá;  luego que la Nación de Israel se dividiera  por causa de los pecados de Salomón, y le fuera entregado a Jeroboan las 10 tribus del norte, mientras que a Salomón le quedaba solo las 2 tribus del sur por amor  a David su padre. Es por ello que fue grande la galería de reyes que lideraron las 12 tribus de Israel y por ende  también lucharon en contra de grandes imperios como lo fueron para la época Egipto, Asiria y Babilonia. Aunque Muchos reyes de Israel y Judá hicieron lo malo ante los ojos de Jehová Dios, hubo también grandes reyes que hicieron lo bueno, manteniendo los rituales antiguos del Tabernáculo, los sacrificios, las ofrendas y sobre todo la instrucción de la ley al pueblo para que nunca se olvidara de Jehová su Dios. Entre esos líderes que reinaron justa e íntegramente se encuentra Josafat; Rey de Judá.
Luego de que Dios fortaleciera el reino, y le diera riquezas y gloria a  Josafat, este adquirió la experiencia cívica- militar, de manera que se hizo temible ante las naciones vecinas y un excelente aliado para otros. Tuvo grandes hazañas y victorias en diferentes guerras siendo apoyo para naciones débiles, pues era gran estratega militar, lleno de gracia y sabiduría de parte de Jehová Dios.  (2 Crónicas cap. 17 al 20). Pero llego el momento de enfrentar sus propios miedos, a sus propios enemigos y de sufrir el precio de la fama. Pero más que eso, llego el momento de pasar la prueba y   ser ejemplo en fe y confianza ante un pueblo rebelde, contradictor,  e incrédulo.
Para los que han tenido la oportunidad de estudiar la Biblia y sobre todo el Antiguo Testamento, habrán podido percatarse de que los israelitas confiaban más en el hombre que en Jehová  Dios.  Mas este Rey tuvo como tarea fundamental enseñar al pueblo a confiar y depender completamente de Dios. Las circunstancias no eran las más idóneas, puesto que no era una, ni dos;  sino varias naciones con sed de venganza, dispuestos no solo a matarlo a él, sino a destruir todo lo quedara de su reino. Es en este momento cuando Josafat se da cuenta que nada de lo que haga evitara el desastre que se le aproxima. Como gran estratega militar ideo los mejores planes de ataque, buscando el consejo de sus sabios y sus generales, dándose todos por vencidos. Tiempo ya no había para huir, y es por ello que desesperado, turbado y afligido busca su última alternativa “humillarse ante su Dios”. Fueron quizás horas, días orando pidiendo de Dios una palabra que les diera las fuerzas para salir de esa difícil y casi destructiva situación.  Me motiva mucho sus últimas palabras en medio de su oración “¡Dios nuestro!, ¿no los juzgaras tu? Pues nosotros no tenemos fuerza con que enfrentar a la multitud tan grande que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”  2 Cr. 20:12.
Quizás esa fue la misma oración que hizo el Padre de la Fe Abraham, luego que después de tener a Isaac; con Sara su esposa, Dios le ordenara sacrificarlo; dejando a un lado por “un momento” la promesa de su descendencia a través del joven que ahora pedían en holocausto.
Imagino por un momento a Abraham turbado, confundido, y preguntándose a si mismo ¿Por qué Dios hará esto? ¿Qué pasara con mi descendencia? ¿Qué pensaran mis vecinos, mis sirvientes, mis amigos y mi esposa de esta decisión que me ordenan tomar? Y sobre todo la pregunta más importante ¿Jehová Dios realmente es mi amigo? Son estos los momentos en los cuales uno por naturaleza suele guardar silencio, pero el escándalo que se está generando en nuestro interior, en nuestra mente es casi insoportable. Llega el momento en donde nada parece tener sentido, salvo esperar a que se desarrollen  los acontecimientos. Josafat se encontraba en esa disyuntiva, de no saber qué hacer ante tan grande dificultad. Tenía el ejército, diestro para la batalla. Tenía las armas, los carros y la gente de a caballo, tenía la fama de temible por cuanto el Dios fuerte de Israel lo respaldaba, y aun así sintió miedo. Es ese miedo interno que te convence de que nada de lo que hagas te funcionara.  Es ese miedo que doblega tu autosuficiencia, tu orgullo, tu intelecto, tu versatilidad. Es ese miedo que te desnuda, porque te desviste de tu grandeza humana. Ese mismo miedo que te hace mirar hacia arriba convencido de que hay alguien por encima de ti que siempre tiene el control.
El salmo 127:1 dice: Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.

Grandes hombres como Abraham, Moisés, Elías, y ahora Josafat entendieron lo que significa estar al límite de la Fe. El profeta Elías luego de obtener una gran victoria sobre los profetas de Baal el dios cananeo, tuvo miedo de una sacerdotisa cruel y huyo al monte. Pero lo más resaltante de esta historia es que huyo al monte de Dios. Caminó 40 días y 40 noches que correspondía a 150 km para hallar a Dios. Y ahí Jehová Dios se le presentó  y le ordenó  volver al mismo lugar de donde había huido. 
Son muchos los personajes  descritos por la Biblia, que  experimentaron el miedo, la duda, la confusión y hasta el dolor de encontrarse al final del camino, donde parece que solo hay un vacio, y que al mínimo paso caerás; y más cruel es cuando las circunstancias parecen venir detrás dispuestas a empujarte para que caigas.
Pero es en ese momento cuando ese miedo, hace que aflore la Fe que hay en cada uno de nosotros. Esa confianza que en silencio nos grita ¡Dios esta cercaaaaaaa!.. Solo en medio de la serenidad podemos escuchar. Josafat escuchó  al profeta que le dijo: “Jehová peleara por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Moisés escuchó  la voz de Dios que le dijo: “Extiende tu vara al mar rojo” lo hizo y las aguas se separaron de lado a lado y el pueblo pasó en seco. Elías escuchó  la voz en la serenidad –el silbo apacible de Dios- “Me he reservado siete mil que no han doblado rodilla ante Baal, ni le han adorado”. Abraham con el cuchillo en la mano, aun alzada escuchó  al ángel que le dijo: “detente; ahora sé que temes a Jehová, porque no me has rehusado a tu único hijo”.  Dios los llevo al filo de la fe para mostrarse tal cual es Él. A todos ellos les dio la victoria, cuando confundidos, entristecidos y temerosos guardaron sus armas carnales –intelecto, razón y lógica humana- y decidieron en silencio esperar en Jehová su Dios.

Isaías 30:15. Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos, en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.


Si te encuentras al límite de la Fe, ¡Lánzate! caerás en las manos del Dios de amor y allí será tu descanso.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo