viernes, 30 de diciembre de 2016

3 veces te negué, y ¡cantó el gallo!

Estoy asombrada de ver en las redes sociales a jóvenes que le sirvieron al Señor y, apenas dejaron la congregación, se alejaron de él, dándolo por sentado a través de imágenes que denotan un cambio de vida y de actitud. Por  otro lado están los que han dejado el País, que mientras estuvieron aquí le prometieron al Señor fidelidad en cualquier lugar del mundo, y ahora sus obras testifican en contra de ellos mismos y los señala como desleales en tierras extranjeras. No logro entender cómo puede haber tanta separación en el corazón de alguien que degustó y disfrutó de la compañía de mi Señor. Es como si un esposo decidiera dejar a su esposa de años sola, por un instante, mientras duran sus vacaciones en algún País cercano o viceversa. ¿Qué pasó? ¿Acaso se acabó el amor? -es mi pregunta de siempre en estos casos- porque no concibo que alguien pueda alejarse de Dios bajo ninguna circunstancia, creo que si yo me fuera al lugar más recóndito de la tierra, allá se iría el amor de Dios conmigo. Y no solo el amor que Dios siente por mí, sino el amor que yo siento por él, porque es parte de mí. En la Biblia se menciona a un hombre que experimento la cercanía con Jesús, tanto; que fue de su círculo íntimo de discípulos al igual que  Juan y Jacobo, y me refiero a Pedro. Éste discípulo a quien se le había revelado quien era Jesús, era el único del cual los cuatro evangelios dan testimonio, del énfasis que él hacia acerca de lo mucho que amaba al maestro, al punto de dar su vida por él de ser necesario. Tanta era la devoción que Pedro  profesaba por Jesús, que fue el único discípulo a quien Satanás pidió para zarandearlo directamente. Pedro estuvo en el monte de la transfiguración, y vio a Moisés y a Elías hablando con el Señor ¡que privilegio! Éste discípulo fue el hombre a quien Jesús le cambio el  nombre, pues su nombre original era Simón. Jehová le cambio el nombre a Abraham, a Sara, y a Jacob, pero en el nuevo Testamento solo a un hombre Jesús le cambia el nombre; a Simón, y  lo llama Pedro. Las actividades que Pedro realizo mientras anduvo con Jesús fueran muchas y resaltantes. Él estuvo cuando Jesús resucito a la hija de Jairo –un principal de la sinagoga-, cuando detuvo el flujo de sangre -al instante- que padeció una mujer por doce años. Inclusive era tan cercano al  maestro que llegó a tener la osadía –que da una amistad muy intima- de reconvenirle o alejar a Jesús de los demás discípulos para “aconsejarle” a no morir en una cruz, ni padecer una muerte tan atroz. En pocas palabras Pedro lo que le estaba diciendo al Señor era “Tú tienes el poder como hijo de Dios para evitarte un dolor de esa magnitud”. Pedro fue el único hombre que relata la Biblia que camino sobre el agua, además de Jesús ¡claro esta! Moisés abrió el mar rojo y camino en seco, Josué abrió el Jordán y camino en seco; pero Pedro se atrevió a mojar sus pies y caminar sobre el agua. Cuando consideramos todas estas cosas, por nuestra mente jamás pasa un pensamiento de rechazo hacia Jesús, pero su amigo intimo; su discípulo –uno de los más activos-, el osado, el que se jactaba –en su corazón- de amarlo más que los once restantes; de ahí que Jesús al final del episodio triste de la negación, cuando resucita y se le presenta le hace la pregunta que marco para siempre la vida de Pedro; ¿me amas, más que estos? Ese discípulo que tuvo la idea de darle un consejo al maestro ahora le negó tres veces y ¡ándale! Canto el gallo.
Y es que parece que cuando estamos con Jesús todo es color de rosas, idílico, no hay miedo y hasta nos sentimos con ánimos de cortar la oreja a cualquier adversario; pero basta solo unas horas sin sentir su presencia para que lo neguemos, y hasta tres veces; porque parece que solo una vez ¡no es suficiente! ¿El peligro? Acercarnos al fuego que produce el hombre naturalmente. Creo que Juan, el otro discípulo intimo de Jesús, en vez de hacerle un favor a Pedro, lo que le hizo fue un daño, porque fue gracias a las influencias que Juan tenia con algunos guardias del templo, que se le permitió a Pedro entrar al patio donde estaban aguardando los enemigos acérrimos de Jesús, esos que no creían todo lo que él predicaba, esos que viendo los milagros que hizo decidieron odiarlo y rechazarlo, y fue precisamente a esa gente a quien Pedro se les acerco para calentarse y ya entrado en calor comenzó a relacionarse con ellos, quedando en evidencia por su forma de hablar. Esto provocó un revuelo en el patio, cuando descubrieron que Pedro no era como ellos, que había algo diferente en él que lo relacionaba directamente con Jesús. ¿Y cómo no relacionarlo con el maestro?, si en esos tres años de cercanía, ya éste hombre había sido marcado como propiedad de Dios, cuando Jesús lo escogió para ser parte de los doce como ciudadano del Reino de los Cielos. Solo que parece que hasta entonces el único que no se había dado por enterado de esa marca distintiva fue el mismo Pedro. Ya había una advertencia acerca de esa negación, ADVERTENCIA que Pedro tomo en poco y al igual que este hombre, en la actualidad hay muchos que le restan  valor a las advertencias que la Biblia resalta hasta que canta el gallo.
Hoy por  hoy; hay muchos discípulos negando al maestro con sus actitudes delante de los gentiles –inconversos - ; creyentes que se toman el tiempo para calentarse –hacer amistad o relacionarse- con no creyentes hasta el punto de terminar pareciéndose a ellos, hasta en la forma de hablar. Creyentes que creen que Dios solo está en su  País de origen y cuando crucen las fronteras no serán vistos, ni oídos por Él. Creyentes que creen que con sus costosas donaciones a sus Congregaciones, podrán callar la voz de sus conciencias que le están recordando a diario lo lejos que están de Dios por causa de sus malas acciones. Me sorprende ver como músicos de Dios se fueron del País con su bendición y, luego de ser bendecidos;  regresan y lo primero que traen son botellas de licor para emborrachar con ellas a aquellos que no solo dudan de la existencia y el Poder restaurador de Dios, sino que dan por sentado con -muchos argumentos humanos- que la Biblia no es veraz. Mi pregunta es: ¿Donde quedo la lealtad a un Dios fiel? ¿Dónde quedo el amor que profesaban tenerle? Porque el amor se demuestra con hechos. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” Una vez Dios le dijo a la Nación de Israel: “Cuando entres a la tierra que Jehová juro a tus padres que les daría, y plantes viñas y bebas del fruto de la vid, y siembres y comas de los frutos de la tierra, y edifiques casa, ¡cuídate! De decir en tu corazón; mi fuerza me ha dado todo esto, para apartarte de en pos de mi; porque YO SOY quien te da el poder de adquirir las riquezas a fin de confirmar mi pacto” Si Dios nos bendice en cualquier lugar donde estemos es para confirmar el pacto que nosotros concertamos con él, cuando decidimos aceptar a Jesús de manera voluntaria. Un pacto es de dos, así como lo es el matrimonio; por eso a la Iglesia se le llama la desposada –novia- del Cordero.
El Pacto de redención que aceptamos de Cristo nos mantiene apercibidos de nuestro estado espiritual, y a su vez nos mantiene ligados a un propósito en la tierra. Pedro tuvo que haberse apercibido en su primera negación que estaba caminando por una zona minada, y que corría el riesgo de explotar. Y así fue. BOOOOM ¡EXPLOTÓ! 

 Dice la Biblia que a la tercera vez negó al Señor Jesús con maldición. ¿En qué consistía dicha negación? ¡No lo conozco! Todos los momentos de alegría que vivió con Jesús, sus aprendizajes, los momentos en que Jesús discutió con él para que se dejara lavar los pies, porque de lo contrario no tendría parte con Él en el Reino, la emoción de ver a su Señor transfigurado frente a él, que lo llevo a tener unas ideas locas de construir tres enramadas, sus pasos en el agua, y a Jesús mirándolo tiernamente mientras lo sacaba cuando se hundió; todos esos maravillosos momentos los tiro a la borda con una simple exclamación ¡No lo conozco!  Yo no sé cuantas veces tú has negado al maestro con tus actitudes y acciones, pero no esperes a que cante el gallo; porque ese canto no es más que la alarma que se activa para recordarte que tocaste fondo y traspasaste los límites de la cordura. El canto del gallo te recuerda que estas en el lugar equivocado y rodeado de la gente menos indicada; y aunque hay muchas versiones acerca de la descripción de ese gallo, lo indudable fue que se cumplió la advertencia de Jesús; Pedro lo negó tres veces y ¡ándale! El gallo canto. En estos tiempos el gallo puede ser una circunstancia producida por tus malas decisiones; como también puede ser una desgracia familiar, o una enfermedad terminal. El gallo puede ser la bancarrota en tu empresa o negocio, y es que a veces somos tan duros con Dios que cuando él nos bendice le damos la espalda, y luego que todo comienza a ir mal, nos volvemos a él con el corazón impregnado de enojo, exigiéndole respuestas sin  siquiera detenernos a reflexionar que quizás somos nosotros los causantes de dichos males; por estar negando al Señor con nuestras actitudes y acciones. Por mucho que nos congreguemos y tengamos –al igual que Pedro- muchas actividades en el Reino de Dios, si nuestro círculo de amigos son personas en cuyo corazón Dios no mora, y nuestros socios son emprendedores en cuyos corazones no mora el Señor, y la persona que he escogido para casarme no tiene a Dios en su corazón, entonces ¡alerta! Te estás calentando en el lugar menos indicado. Y  cuando me refiero a que no tienen a Dios es su corazón, es que; aunque dicen de labios que creen en Dios, sus acciones, y su manera de pensar y de hablar denota lo contrario.
Seamos testigos del Poder de Dios, y no neguemos más a Jesús; porque cuando un creyente se relaciona con no creyentes hasta el punto de participar en todas sus actividades desordenadas -aunque parezcan buenas y sanas- esta diciéndole a ese no convertido que Cristo no cambia.

 No hay nada más peligroso y que produzca tantos llantos amargos que negar la obra redentora que Cristo ha hecho por nosotros y en nosotros.

No esperes que cante el gallo para darte por enterado que negaste al maestro; porque una vez, es más que suficiente.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo