lunes, 5 de diciembre de 2016

Los Árboles mueren de Pié.




 En cierta ocasión leí un libro que tenia este nombre “Los arboles mueren de pie”. Se trataba de  un grupo de artistas cuyas vidas eran un desastre gracias a las oposiciones de la sociedad en la cual vivían, pero aun así decidieron unir sus talentos para fortalecer los vínculos de una familia que estaba pasando por momentos difíciles, y por medio de sus actuaciones lograron mantenerla unida. Lo mismo le aconteció a 3 jóvenes judíos en un imperio llamado Babilonia hace miles de años. Las circunstancias que los llevaron a ese lugar no fueron las más favorables, pues los israelitas como Nación fueron sitiados e invadidos por los babilonios, y de ese modo fueron exiliados de su propia tierra a otra lejana, desconocida y pagana. En estos exilios los que más sufrían eran los de linaje real, pues casi siempre se mataba al rey y a sus descendientes, o en el peor de los casos se les trataba de manera muy cruel como extranjeros; mas sin embargo, en esta ocasión no fue así gracias a la misericordia de Dios, Nabucodonosor Rey de Babilonia trato de manera noble al linaje real y lo trajo al servicio del palacio perdonándoles la vida. Para Israel esta deportación representaba un juicio disciplinario de parte de Dios, ya que por medio del profeta Jeremías Dios le dijo al Rey y a la Nación que se mantuvieran tranquilos a la orden de los Babilonios en su propia tierra, y estarían seguros en su heredad. Pero el Rey hizo caso omiso de las instrucciones de Dios por medio de su profeta y busco alianzas en otro imperio llamado Egipto, el cual a la final decidió no brindar apoyo al Rey israelita y esto produjo que Nabucodonosor se enterara de la traición y decidiera llevarlos a todos a Babilonia. Lo triste es que al Rey le sacaron los dos ojos después de ver como mataban a sus hijos a espada. Es increíble ver todos los penosos acontecimientos que desencadenan una mínima desobediencia producida por la soberbia de un hombre o una mujer conocedora de las leyes y los principios de Dios. Una vez el Señor me dijo: “La magnitud del error lo determinan las consecuencias”. Estos jóvenes judíos de linaje real resaltaban, ya que para los babilonios reunían unas ciertas cualidades para permanecer en el palacio, las cuales consistía que en el aspecto físico debían de ser libres de todo defecto o discapacidad, además de hermosos; es decir; agradables ante la mirada pública. En el aspecto mental debían ser de un espíritu superior; es decir; proyectar una actitud ecuánime, centrada, equilibrada, con una excelente autoestima y sabiduría. Y por ultimo en el aspecto social debían de ser sobrios y refinados (buenos modales) para representación del liderazgo. Además eran educados según la cultura babilónica y un factor clave en el lavado cerebral que formaba parte de su adiestramiento era la asignación de un nombre nuevo, muy distinto al de su nacimiento; esto con el propósito de ligar a los iniciados con los dioses locales y era una expresión de rechazo a sus lealtades religiosas del pasado. Estos tres  jóvenes de nombre ANANIAS (La gracia del Señor), MISAEL (¿Quién es como el Señor) Y AZARIAS (Dios es mi ayuda) terminaron siendo conocidos en el imperio como SADRAC (Mandato de aku) MESAC (¿Quién es lo que aku es?) y ABED-NEBO (Siervo de nebo). Todos estos nombres representativos de  los dioses babilonios. La pregunta que me hago es: ¿Qué culpa tenían estos jóvenes para tener que padecer las tormentosas presiones de un imperio tan pagano? ¡Ninguna! Simplemente es el precio que se paga cuando estas bajo la cobertura de un líder incapaz de mantenerse en los principios espirituales que Dios ha establecido.  Tan fácil que era obedecer la voz del profeta que decía “ponte sumiso ante el rey de Babilonia; porque esto viene de parte de Dios”. Mas sin embargo, la arrogancia y la altivez no les dejaba entender el plan de Dios para la Nación que este rey lideraba, y las consecuencias del exilio Babilonio fue devastadora. ¿Por qué? Fueron muchos los hebreos que traspasaron el límite de la obediencia, (linderos antiguos) violando las leyes de Dios establecidas como mandamientos a través de Moisés; y sucumbieron ante los desenfrenos del paganismo. ¿Cómo lo sabemos? ¡Fácil! ¿Porque solo tres jóvenes hebreos fueron acusados de no postrarse ante la imagen del Rey Nabucodonosor? ¿Por qué solo tres jóvenes fueron lanzados al horno ardiendo? ¿Por qué solo tres jóvenes tuvieron la osadía de enfrentar al mismo rey cara a cara diciéndole “Nosotros sabemos que nuestro Dios puede librarnos, y aun de tus manos oh rey  nos librara; y si no, tampoco nos postraremos ante tu imagen ni la adoraremos”? ¿Dónde estaban los demás hebreos en el momento que sonaban los instrumentos musicales de Babilonia? La respuesta es muy sencilla. Estos tres jóvenes pasaron por todo este duro proceso porque amaban al Dios de sus Padres, hasta el punto de estar dispuestos a morir antes que serle infiel. Mientras muchos hebreos se escondían detrás de la fachada llamada deber; estos tres jóvenes decidieron saltar esta fachada y establecerse en el principio de Dios. Y esto no enseña que; por encima de los deberes, siempre deben estar los principios del Reino al cual pertenecemos; aunque eso implique perder el empleo; los amigos; beneficios monetarios; proyectos futuristas, y estatus sociales. Estos jóvenes tenían ya un alto cargo gerencial cuando fueron expuestos al horno ardiente. Gracias a la interpretación que Daniel hizo de la visión de Nabucodonosor, éste fue llevado a un alto cargo gerencial y pidió que sus tres compañeros también fueran colocados en cargos emblemáticos. Y como es de suponerse,  el hacer bien tu trabajo va a desencadenar envidia en aquellos incapaces e ineficientes; por esta causa fueron llevados a este terrible complot, hasta el punto de hacerlos padecer por ser tan eficientes en sus labores y en sus principios.



Son muchos los creyentes a quienes  les he escuchado decir que están como estos tres jóvenes, solo por padecer pequeños contratiempos; que además son causados por su propia irresponsabilidad o desorden de vida. Hay un dicho popular muy viejo que dice: “no es lo mismo llamar al diablo, que verlo venir” Es muy cómodo leer la Biblia e identificarse con estos jóvenes, pensando en que; de estar en su lugar, habríamos hecho lo mismo. Pero cuando el horno esta ante nuestros ojos, al punto de sentir a flor de piel su calor, ahí es donde se sabe quien verdaderamente ama y obedece a Dios. Lo mismo le aconteció al Apóstol Pedro días antes de que arrestaran a Jesús. Él hacia alarde de lo mucho que amaba a su maestro hasta el punto de morir por él, si fuese necesario y aun; a pesar de las advertencias de Jesús de que serian esparcidos como ovejas, Pedro se rehusaba a aceptar esta verdad; hasta que ¡ándale! Canto el gallo; y tres veces.
Jesús nos manda en las escrituras a ser astutos como serpientes. Algo que me llama la atención de la serpiente es que este reptil tan peligroso no ve; sino que se guía por la temperatura corporal que logra percibir de sus víctimas a través de la lengua que es como un receptor de temperatura. De igual forma el creyente debe percibir la temperatura que se está generando a su alrededor; para así cumplir la escritura que se encuentra en el libro de Proverbios “El sabio ve el mal de lejos, y se aparta”. Si como creyentes aplicáramos este principio escritural no nos deslizáramos tan fácil en tantas dificultades. No estaríamos comprometiendo nuestra reputación como hijos de Dios. Jesús dijo en cierta ocasión: “Bienaventurado sois, cuando por mi causa sois vituperados” Ahora bien; él no prometió librarte de dichos vituperios, así como estos jóvenes no fueron librados de ser  echados dentro del horno. Cristo lo que desea del creyente es que aprenda a vivir, y a caminar dentro del horno ardiente que sea. Sadrac, Mesac y Abed-nebo dice la Biblia; que sorprendieron al Rey Nabucodonosor, porque a pesar de estar tan caliente el horno ellos caminaban dentro de él, en compañía de otro ser más, que tenia apariencia de hijo de dioses. Cada vez que atravesamos momentos difíciles nos atribulamos, nos quejamos, menguamos en la fe, otros en el peor de los casos se apartan del Señor; cuando todavía no hemos llegado al nivel de lealtad para ser expuestos a un horno de fuego ardiente, porque de algo si estoy segura; y es que, solo los de corazón leal y firme serán expuestos a estos niveles de prueba. Mientras más firme sea nuestra lealtad al Señor, más alto será el nivel del horno porque Satanás, usara toda su artillería pesada para demostrarle a Dios que un creyente jamás le puede ser leal. A Pedro lo pidió para zarandearlo. Jesús le dijo: “Pedro, Satanás te ha pedido para zarandearte; pero yo he rogado al Padre que tu fe no falte”. Jesús no oro al Padre para que  lo evitara, sino para que fortaleciera la fe de Pedro en el momento de la dificultad. En la Biblia quedo registrado que solo tres hombres fueron zarandeados e incitados al mal por Satanás, es decir; (solicitados para ser tentados directamente por él) para que pecaran contra Dios.  Estos fueron Job, el Rey David (quien fue incitado a censar al pueblo en contra de la orden de Dios), y el Apóstol Pedro.  Esto nos debe servir como un marco referencial, que pueda producir en nosotros la alegría de ser tenidos por dignos de padecer por causa del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy más que nunca somos cartas leídas al mundo, como lo dijo el Apóstol Pablo en una de sus epístolas, y puedo asegurar que más de un israelita, luego de ver a estos tres jóvenes salir del horno de fuego sin sufrir daño alguno, se armo de valor para enfrentar las adversidades que pudieron presentarse más adelante. La actitud de estos tres jóvenes no solo trajo convicción al resto de los judíos que habían declinado en su fe; sino que permitió que Jehová Dios, el Dios de los hebreos fuera reconocido en ese imperio como el único Dios verdadero y de paso se invirtieran los papeles, pues se estableció un nuevo edicto real “Aquel que en todo el reino no se postre y reconozca al Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nebo como Dios, sea echado al horno ardiente”.

Es nuestra actitud la que determinara la Victoria en nuestras vidas. Nuestra firmeza traerá convicción a otros.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo