¿Quién no ha escuchado decir a un
vecino o familiar: “No muestres a tu niño muy pequeño porque le cae el mal de
ojo”? Generalmente esas expresiones
salen a relucir cuando el niño o la niña son hermosos, o cuando también lo es
en muchos casos un animal. Por décadas tuvimos el mal de ojo como una
superstición; y aunque hubo casos particulares donde fue notorio, siempre lo
tuvimos como algo escéptico. No sabemos a ciencia cierta de donde vino ese
famoso misticismo; ya que desde que tengo uso de razón lo he escuchado y
también he visto a las personas y animales que han sido objeto de esa malicia;
lo que sí es cierto es que lo que para nosotros era hasta hace muchos años algo
incomprensible adjudicado a la magia negra y el ocultismo; no es más que la
consecuencia de un gran mal llamado envidia quien del latín invidia, es el sentimiento de tristeza o
enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola
algo que otra posee.
A lo largo de la historia la
envidia ha estado muy presente en diversas culturas; tanto los griegos como los
romanos la representaron en sus diversas obras artísticas como una anguila o
bien como la cabeza de una mujer mayor llena de serpientes. Según Dante
Alighieri en su poma “El Purgatorio” el castigo para los envidiosos era el de
cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer. En el Medio Oriente se le denominaba a
la envidia con el seudónimo de mal de ojo, por la sencilla razón de que era a
través de los ojos que ese sentimiento se activaba. Para dicha cultura acostumbrada
a la prosperidad, era común enfrentarse a personas cargadas de envidia, lo que hacía
más evidente el hecho de mantenerse alerta. A través de amuletos o accesorios
con un ojo como símbolo, estas comunidades buscaban la manera de repeler todas
las consecuencias que podía traer sobre ellos el mal deseo de un corazón lleno
de envidia. Aun en la actualidad pueden verse colgados en los locales
comerciales, en las entradas de los hogares, o en las esquinas de las ciudades
estos amuletos.
La psicología afirma que la envidia es un
sentimiento que se niega tanto ante
terceros como ante uno mismo. El envidioso desea ocultar su envidia y resulta
poco frecuente que la asuma, ya que supone la aceptación de una carencia; sin
embargo para el padre del psicoanálisis Sidmung Freud la envidia era un
problema patológico, adjudicándolo a su teoría de la “envidia del pene”, que
consistía en asegurar que la niña manifestaba este sentimiento al ver al niño o
a su padre con un órgano que ella no tenia; y en el caso de los hombres se
debía al tamaño de sus órganos masculinos, los que los hacía envidiarse entre
ellos mismos. Pero ¿de dónde viene este mal? Según la Biblia en el libro de
Génesis capítulo 4:3-8 el primer hombre que manifestó el sentimiento de la
envidia fue Caín. Leamos detenidamente dichos versículos bíblicos.
(3) Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la
tierra una ofrenda a Jehová. (4) Y Abel trajo también de los primogénitos de
sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miro Jehová con agrado a Abel y a su
ofrenda; (5) pero no miro con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensaño
Caín en gran manera, y decayó su semblante. (6) Entonces Jehová dijo a Caín:
¿Por qué te has ensañado, y porque ha decaído tu semblante? (7) Si bien
hicieres, ¿no serás enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la
puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. (8) Y
dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos
en el campo, Caín se levanto contra su hermano Abel, y lo mató.
Cada vez que leo este pasaje mi
corazón se entristece porque me pregunto: ¿Qué culpa tenia Abel de ser
agradable delante de Dios? Abel no fue a decirle a Dios: oye, sabes qué; quiero
que seas mi amigo, pero no le hables a Caín o no lo trates. Abel no se ponía
delante de Dios cada día para distraerlo y así evitar que Dios mirara a Caín y
le tuviera afecto. Abel cada día hacia lo que era correcto delante de Dios, disfrutando
la vida que tenia y las oportunidades que ésta le brindaba. Y cuando llegó el
momento de dar y recibir; solo Abel halló gracia delante de Dios. En la
conversación intima que el Señor tuvo con Caín luego del sacrificio, le dejo
muy en claro el ¿porqué? de su aceptación solo a la ofrenda de Abel; haciendo
énfasis en que el mal comportamiento de Caín era el causante de su
desaprobación, y de paso como un Dios amoroso le da un valiosísimo consejo:
“ENSEÑORÉATE de ese deseo que te esta atormentando Caín; tú puedes hacerlo”
pero el joven no le hizo caso, y a la primera oportunidad que tuvo, mato a su
hermano. El problema del sentimiento llamado envidia es que por más que te
envuelva, quien lo experimenta nunca podrá ser feliz. Es probable que veas que
la persona que tu desapruebas, cada día prospere mas, sea engrandecida, y pasaras los años anhelando
que algo malo le suceda para alegrarte de su caída, pero al final cuando eso
llegara a acontecer en un supuesto dado, ya estarás consumido en tu maldad, y
todos tus mejores años se pasaron y no te diste por enterado. Una persona que experimenta el sentimiento
de la envidia no logra ver el éxito que le rodea, por estar enfocado en el
éxito de aquellos que aborrece. Eso es lo que a mi parecer representa una
gran pérdida de tiempo. La persona envidiosa es insaciable porque su envidia
proviene de su interior, y por eso nunca puede quedar satisfecha ya que siempre
encontrara a otro en quien centrarse.
Otro hombre que experimento el
sentimiento de la envidia fue el salmista del Templo llamado Asaf. El Salmo 73:1-3 dice lo siguiente: (1)
Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los limpios de corazón. (2)
En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos. (3)
Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos. Este
salmo ilustra los resultados de permitir que la fe de uno en Dios quede
sepultada bajo la autocompasión. El salmista se deprimía al contemplar la
aparente prosperidad de los impíos a la vez que veía las dificultades de vivir
una vida de rectitud. Asaf era uno de los tres directores levita que dirigía
los coros del templo y éste salmista comenzó a ver como aquellos que no
adoraban a Dios ni le buscaban eran prósperos, y aunque vivían impíamente
parece que todo les salía bien; mientras que los dedicados a Jehová y a su obra
sufrían muchas dificultades. Pero cuando nos detenemos a leer los versículos 15
al 17 del mismo salmo, notamos como la actitud de este levita cambia
completamente. (15) Si dijera yo: Hablare
como ellos, he aquí a la generación de tus hijos engañaría. (16) Cuando pensé
para saber esto, fue duro trabajo para mi, (17) Hasta que entrando en el
santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Mientras el salmista adoraba
a Dios en el templo, comenzó a comprender la suerte de los malos, al contemplar
la vida desde la perspectiva de estar bajo el control de un Dios soberano,
santo, y llega a la conclusión de que son los impíos, no los rectos, lo que han
fracasado. Ahora bien, si para una
persona que conoce a Dios por su cercana relación en adoración, le es difícil
escapar de este sentimiento tan cruel como lo es la envidia, a pesar de tener
al Espíritu Santo redarguyendo a cada instante; ¿qué queda para aquellos que no
conocen a Dios ni tienen a su Espíritu Santo morando en ellos? Por esa razón
vemos tantas guerras en este mundo. Cómo el hombre destruye al mismo hombre por
las ansias de poder y dominio, cómo la maldad va acrecentándose y el hombre y
la mujer luchan entre sí mismos para demostrar quién es el mejor. Luchar cada día para superarte, consciente
del potencial que tienes, para dar lo mejor de ti a la sociedad y al mundo que
te rodea es válido; pero lograr tus éxitos para demostrarle a otros que eres el
mejor y que nadie te puede superar, al punto de edificar tus triunfos sobre las
lágrimas ajenas, es el primer síntoma del mal
llamado envidia.
Mateo 6:22-23 Jesús dijo: (22) La lámpara del cuerpo es el
ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; (23) pero
si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que si la luz que
en ti hay es tinieblas, ¿Cuántas no serán las mismas tinieblas? Cuando iba
de camino a casa de una amiga, meditando en este tema de la envidia porque lo
había empezado a escribir, el Espíritu Santo trae a mi memoria este pasaje y me
sorprendí. Porque lo he leído incontable de veces y nunca lo había asociado con
la envidia. Jesús dice: Si tu ojo es bueno tu cuerpo estará lleno de luz. Note
que no dice esta, verbo presente, sino estará,
verbo futuro; es decir que en el mismo instante que tu comiences a ver todo de
manera agradable, todo tu ser se alimentara de vida. La luz representa la vida,
ya que la luz nutre, por tal motivo todo en ti estará saludable. Pero si tu ojo
es malo, y todo lo comienzas ver de manera desagradable entonces tu ser se
dañara, pues se llenara de tinieblas, y habrá en ti dolor, tristeza, ira,
depresión, enojo, frustración, celos, y toda clase de pensamientos inicuos. Por
eso vemos personas que pasan y pasan los años y siempre están amargadas, nunca
sonríen, (salvo para burlarse del mal ajeno claro está); y terminan enfermas y
padeciendo toda clase de dolores. La respuesta está en éste pasaje bíblico. No
cuidaron su lámpara, la llenaron de tinieblas y éstas produjeron muerte.
El hecho es que, a medida que pasen los años lo que está en ti se hará
una fortaleza; sea la luz que produce vida, o las tinieblas que produce muerte.
Una de las razones por la que el rey Saúl acechó la vida de David, después de
que éste joven lo libro de muchos sin sabores matando al paladín filisteo
llamado Goliat, fue por la envidia. Dice la biblia que por causa de que a David
se le atribuyo el éxito de la victoria Saúl desde ese día comenzó a ver a David
con malos ojos (2 Samuel 18:8-9). Saúl no disfruto de la victoria otorgada por
David, porque las danzarinas cantaron “Saúl mato a sus miles y David a sus diez
miles” Éste rey en vez de alegrarse al
ver a todo su ejército vivo, su cabeza aun en su cuerpo, a su esposa y a sus
hijos e hijas seguros, lo que hizo fue enfocarse en la estrofa de las
danzarinas; y a partir de ese día decidió aplicársela a David al punto de
procurar su muerte. El envidioso nunca reconocerá tus méritos, aunque los tengas; y lo
triste es que la persona que te envidia es aquella a la que tu más has
favorecido. Ser objeto de la envidia es por demás doloroso; porque te hacen
sufrir sin necesidad.
Empieza
a mirar desde la óptica de Dios para que veas los méritos que tienen aquellos
que te rodean, porque sólo el Señor puede mejorar tu forma de ver al mundo.
El mal de ojo terminó. ¡ES
TIEMPO DE MIRAR CON BUENOS OJOS!
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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo