lunes, 8 de enero de 2018

Con las manos en la masa.


¿Cuántas veces se nos ha dado la oportunidad de hacer lo correcto? Muchas.  Y más aún, cuando sobre nuestros hombros reposa una gran responsabilidad,  que abarca a muchos en nuestro entorno. Eso mismo estaba aconteciendo en el capítulo 6 del libro de Josué. A Josué como sucesor de Moisés se le había asignado la tarea de conquistar todos los territorios que Dios le había prometido a Abraham, Isaac y Jacob y repartírsela a los descendientes  pero; dichas conquistas debían realizarse mediante fuertes guerras, pues sus actuales ocupantes denominados en la biblia como heteos, heveos, jebuseos, cananeos, zifeos etc., eran gente sanguinaria y muy paganas que no cederían  sus tierras sin derramamiento de sangre. La primera ciudad que debía ser tomada era Jericó, una ciudad que estaba fortificada por un anillo doble de muros, el externo de casi dos metros de grueso y el interno de casi cuatro; donde se colocaban tronco a lo largo de estos, apoyando casas sobre las paredes. Debido a que Jericó estaba construido sobre un monte, solo podía ser tomada al subir por una pendiente pronunciada, lo cual colocaba a los israelitas en una posición de gran desventaja. Los que atacaban una fortaleza así como Jericó normalmente usaban un sitio de varios meses para forzar que la ciudad se rindiera a través del hambre.
Los habitantes de Jericó -según la biblia-, temblaban dentro  de esas grandes murallas, porque el temor de Jehová había caído sobre ellos; pues la fama del paso del Jordán ya se había propagado por todo esos territorios. Lo difícil era entrar a Jericó y fue por eso que Dios dio la  estrategia para tomar la ciudad. Jehová Dios hizo lo imposible, y a los israelitas le toco hacer lo posible. Cabe resaltar que cuando la biblia habla de todo el pueblo que entro a tomar Jericó luego que los muros cayeron, solo fue la gente de guerra y los sacerdotes con el Arca del Pacto y sus bocinas. Era la gente de guerra  la que estaba bajo la orden de Dios a través de Josué de no tocar el anatema. La responsabilidad recaía sobre los príncipes de Guerra y sus tribus. El trabajo fue arduo.  Darle siete vueltas a una ciudad en un mismo día, para que luego que cayeran los muros entrar a desbastarla, conscientes de que los que estaban dentro de ella iban a defender sus vidas y pelear hasta el final requería de un gran desempeño. Fue una guerra sangrienta; ver caer hombres, mujeres y  niños no debió ser nada fácil para los israelitas; pero esa era la orden. Entonces; después de esa ardua labor a un hombre le pareció muy poca cosa la orden de Dios de no tocar el anatema, sino que lo vio, lo deseo, lo tomo y lo trajo a su tienda para enterrarlo. ¿Ahora la pregunta que me hago? ¿Como un solo hombre pudo cargar una túnica real que estaba adornada y quizás bordeada con joyas preciosas, además de cargar 200 siclos de plata y un lingote de oro de 50 ciclos de peso real? Para que Acan lograra trasladar todo este botín  tuvo que: 1) Apartarlo y esconderlo  cerca de los escombros para volver luego y trasladarlo a su tienda. 2) Hacer una reunión en su casa e informarles del asunto a su familia buscando el apoyo para el traslado. Porque, era imposible hacer ese traslado a su tienda delante del resto del pueblo, ya que se escandalizarían y terminaría Josué notificado del asunto y traería un gran problema para Acan. Pero tuvo que acontecer una situación dolorosa para Josué y la Nación de Israel para que el pecado de Acan saliera a flote. 30 hombres de guerra, de los mejores, los osados y sobrados; los más valientes cayeron muertos por los habitantes de Hai, y un resto le dio las espaldas en una huida muy vergonzosa a un pueblo menor en ejercito, y en estrategias; y ¿todo por qué? Porque Israel había pecado. Se había activado  una intermitencia de pecado a nivel espiritual que traía consecuencias a nivel físico. Afortunadamente Josué como buen líder se fue a la persona correcta a buscar explicaciones; y Dios le muestra la gravedad del asunto y le da las indicaciones para resolver el problema.
En la Biblia encontramos a muchos que escondieron sus deseos pecaminosos y atrajeron terribles consecuencias para sus familias y entornos. Uno de estos hombres fue el Rey David. En cierta ocasión huyendo de Saúl fue a la ciudad sacerdotal llamada Nob (1 Samuel 22:9-19) y estando en esa ciudad le mintió al Sacerdote principal al punto que le dio aun la espada de Goliat, creyendo este sacerdote la mentira que David le dijo sobre una incursión que el Rey Saúl le había encomendado en secreto. Lo tremendo es que David consciente de la presencia de uno de los pastores de Saúl, siguió con su plan de abastecerse de pan en Nob y seguir su camino de huida. Esta acción irresponsable de David trajo fatales consecuencias para estos 400 inocentes sacerdotes; ya que Saúl al ser avisado de la estadía de David en Nob, inmediatamente vino y el  mismo mando a matar a todos, incluyendo sus familias. Todo por una mentirilla piadosa. Porque, a veces creemos que  Dios tiene una balanza para el pecado; cuantos pesan más y cuantos pesan menos. Para Dios el pecado pesa lo mismo. Es para nosotros que el pecado tiene un peso diferente; y dicho peso lo determinan las consecuencias que el  pecados ocasiona. En 1 Samuel 22:22 David reconoce que esta masacre sacerdotal fue su culpa.

Algo que debemos saber es que la Biblia dice en Proverbios 28:13  “El que encubre sus pecados  no prosperara; mas el que los confiesa y se aparta alcanzara misericordia”. Lo primero que destruye el vallado de Dios sobre nuestras vidas es el pecado oculto. Debemos diferenciar el pecado oculto del pecado por deslizamiento; ya que el pecado por deslizamiento es el que el creyente comete con conciencia, por debilidad, pero inmediatamente al ser redargüido por el Espíritu Santo a su espíritu se arrepiente y se aparta. Pero el peligro del pecado oculto es, que este se ejecuta con consciencia pero aunque el Espíritu Santo le redarguye  directamente a su espíritu, el creyente hace caso omiso al Señor, porque en su corazón ha determinado seguir con la práctica indebida, hasta que es sorprendido y sale el pecado a flote. Casi siempre es bajo un marco referencial dramático, vergonzoso y triste. Tres cosas que toca satanas cuando el vallado de Dios no está en la vida del creyente por causa del pecado oculto.
1)      Los bienes materiales.
2)      Los Hijos
3)      La carne .(el cuerpo)
Cuando David peco con Betzabeth y cayó en adulterio seguidamente de homicidio, satanás destruyo a sus hijos e hijas, y por medio de su propio hijo Absalón tomo sus bienes materiales;  cuando se rebelo contra él; y su propio cuerpo por cuanto premedito con alevosía el asesinato de Urias heteo, su fiel soldado. En el Salmo 51:8 David orando a Dios dice: “Hazme oír  gozo y alegría, y se recrearan los huesos que has abatido” Debemos entender que no hay cosa que le produzca más indignación a Dios que el pecado oculto. David pretendía ocultar su pecado enviando a Urias a dormir con su mujer, obligándolo en tres ocasiones por medio de la manipulación y la persuasión a violar la ley de los guerreros de  no  tocar mujer mientras estuvieran en la guerra.  Lo mismo aconteció en los tiempos de Ezequiel, cuando profetizó la deportación y el juicio inminente de Dios a los reyes de Israel y Judá por causa del pecado de ellos, pero lo más terrible fue que tuvo que mostrarle el pecado oculto de los sacerdotes que ministraban en el templo; pues en sus habitaciones personales tenían sus altares y adoraban a otros dioses, dejando a Dios de lado. Lo tremendo es que este pecado no se veía hasta que Ezequiel comenzó a sacarlo a la luz.
Los sacerdotes estaban llamados a enseñar las leyes al pueblo. Dios coloco los sacrificios de expiación como medida para santificar al pueblo cuando pecaba; pero ellos tenían la ley; y esa era el mejor medio para evitar tropezar con el pecado. Solo que su deseo de hacer lo malo era más fuerte que su deseo de obedecer; es por eso que siempre ponían la mirada en los corderos que pastaban en los campos o en los corrales como el salvo conducto  para el pecado que ellos pudieran cometer.  Ahora entiendo porque Aarón entraba con el incensario a adorar a Dios en el lugar santísimo para perfumar el lugar donde él estaba adorando porque por tanta sangre el olor para Dios era insostenible; no porque la sangre oliera mal, sino por el propósito por el cual se estaba haciendo esa masacre de animales. Esa sangre olía a pecado deliberado. Cuando hay pecado oculto aun la alabanza para Dios es abominable.  El salmista decía: “En los íntegros es hermosa la alabanza” Porque aun hay muchos que “alaban” a Dios para desviar su atención del pecado que tienen en sus vidas.
Y esto me recuerda a una situación muy similar que se presento en el huerto del Edén hace miles de años. Considero según mi percepción personal, que fue en edén el lugar donde el hombre intento ocultar su pecado por primera vez.  Cuando Eva come del fruto prohibido y le da a Adán y este come, dice la biblia que se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos. Ellos antes de pecar estaban rodeados de la gloria de Dios.  Ellos no se veían a sí mismos sino a Dios en ellos, por eso que al desobedecer y verse a sí mismos desnudos lo primero que se les ocurrió fue cocer una hojas de higueras haciéndose delantales y tapar su desnudez. El asunto fue que ellos pensaron que haciendo esto Dios no se daría cuenta de su pecado. ¿Y cuántas veces nosotros como hijos en el huerto (estado consciente de Dios) no hacemos lo mismo? Nos cocemos hojas de higuera para tapar solo el frente es decir; lo que aparentemente se ve.  Adán y  Eva cuando estaban el uno frente al otro solo veían  eso, el frente; pero Dios si ve todos los flancos, el frente y la retaguardia del ser humano, de modo que Dios vio lo que ellos no habían tapado. Muchas veces como creyente nos cuidamos de mantener las apariencias y el qué dirán; pero ¿cómo está la retaguardia, es decir; lo que sólo Dios ve? Si hay hojas de higuera en tu vida es porque hay un pecado que estas ocultando.
Fue tan fácil para Acan enterrar ese lingote, ese manto y esas piezas de plata  en su tienda; involucrando a su familia, a sus hijos y luego salir con su cara bien lavada a la guerra como si nada hubiera pasado. Si Dios no le dice a Josué lo que Acan había hecho, éste hombre jamás se lo habría dicho. Desde el momento que se notifica a todo el pueblo que se halló anatema escondido, Acan debió declarar su pecado. Y cuando comienzan a echar las suertes y cae sobre la tribu de Judá Acan se queda en silencio, Luego la suerte cae sobre la familia de Carmi  y Acan nada que abre la boca, hasta que por fin cuando la suerte cayó sobre sí mismo y Josué lo obliga a confesar es que Acan reconoce su pecado. No me quiero ni imaginar la cara de los familiares de éste hombre cuando las suertes prácticamente lo estaban apuntando. ¡Qué gran turbación! la que sintieron los de la tribu de Judá, y todos los de la familia de Carmi. Y es por ello que Josué lo sentencia a sufrir la misma turbación que él les causó. Es triste ver como muchas de las duras circunstancias que nos suceden son producto de algún lingote de oro oculto, y que también en muchos de los casos ni siquiera son notificados a la familia o al matrimonio, ni a los pastores, ni a los padres. Por eso siempre la oración ante cualquier circunstancia debe ser Señor; ¿que está produciendo esta situación en mi casa o en mi matrimonio o en mi familia? Dios está siempre interesado en revelar lo oculto por el bien de nosotros mismos. La complicidad en el pecado oculto, nunca será la mejor opción. Y como muestra del castigo, la tierra se abrió y se trago vivo a Acan, a su esposa e hijos. Dios no es injusto; él jamás tendrá por inocente al culpable o viceversa. La biblia dice que ciertamente “el alma que pecare, ésta morirá”. Aquí hubo un pecado corporativo, y por ende la sentencia en dicho juicio también fue corporativa.
Del mismo modo, al final, el pecado que Adán y Eva quisieron tapar con hojas de higuera trajo un peso tal, que solo Jesús algún día nos dirá cuanto le peso esa Cruz donde fue crucificado.
A David le peso tanto ocultar su pecado que le suplicó a Dios que lo limpiara de sus maldad, y que no le quitara a su Espíritu Santo. El peso del lingote de Acan fue tal que perdió la familia, su reputación como príncipe de guerra y su propia vida. Si Acan tenía una situación económica precaria al punto de ver el lingote, el manto y las monedas de plata como la vía para salir de su problema, se equivoco; esa no era la vía. Si David justificando su piedad como rey de no cumplir la ley de las adulteras sobre Betzabeth haciéndola pasar por inocente, y trayendo toda la responsabilidad sobre él como Rey decidió matar a Urias se equivoco. Esa no era la vía.
La desobediencia nunca ha sido la vía para alcanzar nada de parte de Dios. El pecado es pecado y punto. Lo que Dios denomina anatema es anatema; aunque ante nuestros ojos se vea bonito, agradable o deseable. Anatema es todo aquello que Dios no te ha mandado a tomar, porque lo que nunca sabremos es si ya eso que quizás hemos visto y deseado, Dios lo tiene reservado para alguien más, o mayor aun, esté reservado para su tesoro personal.

Nuestro deseo debe estar alineado a la voluntad de Dios y más cuando hay un peso de parte de Dios sobre nuestros hombros que tienen nombres y apellidos. Hay muchas guerras que librar aún y muchos territorios que conquistar y ayudar a poseer, por eso la demanda de ser obedientes en cada conquista va a ser siempre mayor de parte de Dios.

 Es mejor confesar que ser sorprendidos.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo