domingo, 28 de agosto de 2016

A Cuenta Gotas.



Muchas veces juzgue en mi interior al joven de la parábola del Hijo Pródigo, porque lo veía tan injusto con su padre y su hermano; pero también he escuchado grandes hombres y mujeres de Dios cuestionando la actitud del hermano mayor al enterarse de la fiesta que se estaba llevando a cabo por el regreso del «sinvergüenza e irresponsable» de su hermano menor.
Analizando el contexto cultural de esa época puedo entender que ambos actuaron en su momento de manera razonable. Leyendo la oración del Padre Nuestro y orando en mi negocio, el maravilloso Espíritu Santo me trae un rhema, es decir; hace que está palabra cobre vida en mi espíritu «El PAN NUESTRO de CADA DÍA dánoslo HOY». Jesús cuando oro usó de éste recurso que por derecho le corresponde a un hijo en la herencia. Fue el mismo recurso que activó el joven protagonista de la parábola del hijo pródigo. El tenía derecho a recibir su herencia sin ningún impedimento, sólo que éste derecho podía ser contraproducente si se solicitaba con las intenciones equivocadas, que fue lo que aconteció con éste joven quien a la hora de hacer dicha solicitud no pensó en invertir o seguir produciendo para el beneficio de la familia, sino que por en contrario él pensó en disfrutarlo todo con sus « amigos» quienes (puedo cometer el atrevimiento de suponer) influyeron mucho en ésta desicion que lo lleva a darle rienda suelta a su insensatez juvenil.  Y digo «insensatez juvenil» porque ¿Qué joven de hoy dia no quiere tener dinero para malgastar? ¡Si! Malgastar;  que es lo mismo que estar gastando en aquello que es innecesario, efímero.
Si realizáramos una encuesta con la siguiente pregunta: ¿Su te obsequiaran una cuantiosa suma de dinero, que harías con ella? La mayoría de esos jóvenes responderian lo siguiente. « Me compraría un vehículo» otros «Me compraría el celular de última generación que esté en el mercado» alguno diría «Me compraría mucha ropa de marca y zapatos» Los más osados te dirían « Me iría de viaje con mis amigos a recorrer el mundo» y quizás uno o dos te dirían « Compraría una casa para mi o para mis padres? Pregúntate por un minuto ¿Con cual grupo te identificas? Y es que el joven en lo que se fija es en su necesidad apremiante, ya que es egocéntrico por naturaleza; pues su mente está cargada de muchos deseos que se encuentran encerrados, y cuando le asomas la posibilidad de llevarlos a cabo, eso representa una puerta llamada libertad. Es por eso que el Apóstol Pablo en una de sus epístolas hace énfasis a no usar la libertad como ocasión para darle rienda suelta a los deseos de la carne, recomendación que aún sigue en vigencia hasta el día de hoy.
La disciplinada administración y la autoridad de su padre no le permitían a éste joven protagonista de la parábola desenfrenarse y el quizás sentía que no era justo, y es por ello que usó del derecho y reclamó toda su herencia. Y como « Tal es el corazón del hombre, así es él» según Proverbios, lo primero que éste joven hizo fue irse de su casa, buscar a sus amigos y malgastarlo todo en mujeres, bebidas y parrandas.
Lo triste de esta historia es que cuando se acabó el dinero, también se acabaron los amigos. Dios siempre va a permitir que se te acabe todo el dinero y de ese modo separarte para siempre de tus «amigos» por que es de la única manera que puedas ser próspero. Fue apacentando cerdos donde éste joven entró en razón y se acordó de todos los beneficios de tener una casa, un padre y una familia.
La administración es la profesión que pocos jóvenes quieren estudiar porque tiene que ver con muchos números y te explota el cerebro. Típico; ¿A quien le gusta detenerse a pensar de manera reflexiva? ¡A pocos! Los números te mantienen alejados de los conflictos y traen orden. Cuando nos dedicamos a sacar cuentas de los errores que hemos cometido y de las consecuencias que han ocasionado dichos errores procuramos corregir nuestra forma de pensar y por ende de actuar.
Dios siempre ha procurado que sus hijos sean buenos administradores, y es por eso que dentro de la oración del Padre Nuestro encontramos está hermosa frase « El pan nuestro de CADA DÍA dánoslo HOY» Jesús no le estaba pidiendo al Padre el pan del vecino, ni en pan de los ángeles; el PAN que Jesús respetuosamente estaba demandando en dicha oración era la porción que Dios tiene reservada para cada creyente. Hay en el Reino de Dios una cuenta de ahorro habilitada para cada hijo y mientras más incrementes esos ahorros en los cielos mayor será su acumulacion a tu favor; Jesús dijo: No hagáis tesoros en la tierra donde el orín corrompe, haceos tesoros en los cielos, donde los ladrones no minan ni hurtan. Es por ello que el diezmo, la ofrenda y todo el bien que hagas a tiempo y fuera de tiempo se convierte en ese ahorro que se acumula en el Reino a nuestro favor.

Ahora bien; Jesús no hablo de «El pan nuestro dánoslo HOY» como su sólo tuviéramos una porción para ese día.  Jesús dijo: « El pan nuestro de CADA día» ahí esta el secreto; Jesús lo que estaba diciendo en la oración era «Padre, estoy preparado para administrar los recursos que tienes destinados para alimentarme por esta semana. Danoslo HOY; es decir, lo administrare de modo que cada día habrá alimento ( pan) en mi casa. El hijo pródigo lo pidió todo y lo malgasto en un instante , no pensó en los días por venir y por ello sufrió el hambre y la pobreza que trajo su alocada desicion. Jesús en cambio nos enseña a orar convenientemente, consciente de la responsabilidad que tenemos de administrar los recursos que el Padre nos ha entregado. Ahora bien; el detalle del ¿ Porque el Padre aveces no suelta esos recursos? La respuesta es muy sencilla. El Padre sabe que la intención de nuestro corazón no es la correcta, y por eso nos bendice a cuenta gotas. ¿Es Dios injusto? ¡Claro que no! Precisamente porque él es bueno y justo evita que despilfarremos lo poco o mucho que tengamos en las reservas del Reino. El Apóstol Pablo escribió: « En tanto que el heredero es niño, en nada difiere de un esclavo aunque es dueño de todo» parafraseando sería  «Mientras el heredero sea inmaduro pensando y actuando de manera infantil, en nada se diferencia de aquel que no tiene derecho a nada, aunque sea dueño de esta gran fortuna». Y luego nos quejamos con Dios y lo hacemos responsable de nuestra situación económica. Debemos estar conscientes de que todo lo que llega a nuestras manos es de parte de Dios para administrarlo.
Y aveces hasta de manera irreverente lo cuestionamos con preguntas como: ¿Porque aquel varón tiene prosperidad y yo no? La respuesta es muy sencilla; Porque aquel varón a madurado y le ha demostrado a Dios que está preparado para administrar su herencia. ¿ Y cómo se puede saber eso? ¡Fácil! Dios le ha pesado el corazón. Debemos entender algo nosotros los hijos, y es que nuestro Padre no puede ser burlado. Hay muchos que están preparados para administrar sus riquezas, pero tienen un pequeño problemita ¡No le quieren dar la Gloria a Dios! Se jactan en su trabajo, dándole la gloria a sus esfuerzos y a su brillante genialidad y a sus habilidades. Como Dios conoce el futuro de todo lo creado, él le advirtió a los israelitas lo siguiente: « Cuando entres a la tierra que yo te daré, y luego que habites casas y comas del fruto del campo y bebas de la vid; ¡cuidate! de decir en tu corazón mi mano (esfuerzo) me dio todo esto; porque yo soy quien te da el poder de adquirir las riquezas a fin de confirmar mi pacto. Imagínate; el poder de adquirirlas , ni siquiera de hacerlas. Ya nuestra riqueza está hecha en el Reino de Dios, sólo la desata 
1) La intención correcta del corazón.
2) La madurez para administrarla.  Y estos bienes bien administrados son lo que nos darán alimento, vestido, calzado y bienestar todos los días de nuestra vida.
El hijo mayor cuando se le acerca al Padre en un tono de reproche argumenta « A mi no me has dado nada para gastarlo con mis amigos, y a éste que lo malgasto todo le preparas fiesta y banquete» pero que conmovedora respuesta le dio el Padre a este muchacho que a pesar de tener guardado en su corazón los mismos deseos de su hermano menor, decidió obedecer por amor a su Padre. Yo imagino por un momento al Padre rodeándolo con su brazo y mirándolo con ternura a los ojos diciéndole: Hijo; todo lo mío es tuyo; todo. Ya el joven rico no tenía nada; lo único de valor que se le devolvió fue la familia. El anillo representativo de su autoridad como hijo; el vestido y el calzado representativo de un cambio de vida. Ya no sería más un mendigo sin familia sino que podía vivir dignamente; pero todo lo que quedaba de la herencia le correspondía al hijo mayor, y sobre todo la confianza del Padre quien vio en el hijo mayor las cualidades de uno que le daría continuidad al negocio que brinda bienestar a la familia.

Lo único que Dios pide de nosotros es que seamos hijos dignos de confianza. Cuando Jesús estaba en la tierra llevando a cabo su Ministerio el Padre dijo de él lo siguiente: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco». Brindarle complacencia a nuestro Padre Celestial es lo que debe predominar en nuestras vidas. 

Esa es la madurez que se amerita para administrar nuestros bienes espirituales y materiales y de ese modo nuestro Padre será glorificado en nuestras propias vidas.


jueves, 25 de agosto de 2016

En la Silla del Gran Juez.


Me sucedió hace algunos años algo lamentable que me marcó, pero cuya cicatriz hoy sigue siendo un marco referencial de que la voluntad de Dios para mi vida siempre será para bien.
 Yo me encontraba en un desenvolvimiento ministerial maravilloso, mi comunión íntima con Dios crecía cada día, era impresionante ver trabajar al Señor en mi y a través de mi y sobre todo gozaba de paz. Pero; una noche mientras ministraba al Señor en una congregación amiga, un profeta movido por sus emociones y sentimientos lanzó una profecía que como lanza quedó clavada en mi alma, dando un golpe certero que dejó por un tiempo lisiado mi Ministerio.
Después de esa palabra «profética» mi vida no fue la misma. No consulté con Dios esa palabra sino que la creí y empecé a hacer cosas que el Señor no me había ordenado hacer ,y tome decisiones que él no me había ordenado tomar. ¿Las consecuencias? Un desplome estruendoso. Para cuando me vine a dar cuenta de que mi vida iba en picada ya era demasiado tarde, porque lo que Dios me había ordenado hacer lo dejé a medias para seguir los impulsos de un corazón enseguecido por la mentira y el error.
Nunca olvido esa noche donde yo estaba preparándome para cometer una locura, cuando la frustración, el enojo conmigo misma y la amargura habían invadido mi raciocinio y me sumergieron en la más densa oscuridad espiritual. De repente tocan al portón de mi casa y ahí estaba la voz de una gran mujer, invidente y maravillosamente profeta. Así es, ¡Otra profeta! Hablándome y confrontandome Dios mismo a través de ella. La mujer vivía por la curva de Molina y yo vivía en San Francisco, estábamos bastante distanciadas geográficamente,y ella bañándose escucha la voz de Dios que le dice: Ve a casa de Ana María porque está planeando quitarse la vida. Ella se apresura a salir, no conoce la dirección de mi casa, no tiene vehículo así que debe tomar un carrito por puesto o autobus, se dirige a casa de una hermana que también vivía en San Francisco le dice lo que yo pensaba hacer y ambas buscan al Pastor que si tenía vehículo y llegan a mi casa como a las nueve de la noche. ( Todos esos detalles lo supe día después) Y al sacarme de mi habitación me dijo «¡Suelta a ese que has tomado. Sueltalo! Evitale un juicio. El tumor cuando se estirpa duele, pero después viene la sanidad» Y otras palabras más.
Yo en ese momento me sentí el ser más miserable del mundo; sentía que no merecía a Dios. Pero ahí estaba mi Señor dándome órdenes. Obvio por completo mi plan de suicidio y sólo se dedicó a darme instrucciones.
Me costó soltar a ese asesino, ese profeta cuya profecía había traído tanto desastre a mi vida; pero lo que más me costó fue perdonarme a mi misma. Yo me decía ¿Si te permitiste matar tu amor y devoción por Dios, que más da que mates también tu cuerpo? Ese era mi argumento.
Fueron meses fuertes los que vinieron después, pues mi alma se negaba a olvidar, pero el amor de Dios fue llenando esos espacios vacíos y fue restaurada mi relación con él. ¿Las consecuencias de mi error? Una disciplina de parte de Dios que duró 12 años. Siempre fui consciente de esa disciplina que amé,  valore y  cumplí.
Hasta este día han sido muchos los asesinos que he tenido que soltar.
El primero que libere fue: al asesino de mi anhelo de ser una gran deportista; Mi madre, quien no consideró ni por un instante cuanto me iba a desarrollar esa disciplina como persona y terminó de manera egoísta alejandome de lo que era mi pasión. Siempre amé correr, trotar, saltar y levantar pesas. Luego vino el asesino de mi sueño de ser una gran profesional. A ese tuve que perdonarlo por etapas. Estaba en un gran momento de mi carrera como Comunicadora Social, creciendo y dando pasos agigantados, desarrollando mi potencial; pero este asesino por miedo a que mi luz opacara su sombra me atacó, me cerró las puertas y lo peor fue que se aseguró de que ninguna quedará abierta por si quería volver. Este asesino tuvo tres rostros, es por ello que la liberación fue por etapas. Pero al más difícil de perdonar ha sido al asesino que deliberadamente ha matado a mis niños (así he decidido llamar a mi reputación) en etapa de crecimiento. Este asesino me ha causado más dolor que los otros porque es el que ha estado más cerca de mi, al que le he dado mi confianza; es el que ha pasado desapercibido a mi lado, cuyas artimañas han destruido muchas veces la imagen que me he labrado con tanta abstinencia; y es que de esos hay tantos a nuestro alrededor, que cuesta reponerse.
Hay asesinos de alegrías que te llevan a vivir en una amargura constante; asesinos de risas que marcan tu rostro con la tristeza.

Yo pude identificar a esos asesinos, pero para hacerlo tuve que armarme de valor pues vivía de funeral en funeral, hasta que decidí denunciarlo y entregarlo. Hay quienes no denuncian a sus atacantes porque prefieren tomar la Justicia por su cuenta, y más cuando el sistema judicial humano está tan corrompido. Para mi era más fácil tener a mis asesinos a la vista, custodiados en mi propio retén, sin derecho a un juicio, preparando mi estocada y así vengarme por mi propia cuenta.
Hasta que el Espíritu Santo comenzó a hablarme del amor de Jesús que opera en mi vida desde hace 20 años. Ese es el Amor que ama a sus enemigos, que cubre multitudes de faltas, que persona hasta setenta veces siete al que te lástima. Y luego me llevo a la segunda fase y fue permitirme conocer la Justicia de Dios que opera en mi; esa que no me juzgó según mis obras, sino que me absorbió de todas mis maldades, esa que me lleva a hacerle al prójimo lo mismo que quiero que me hagan, esa que no está para condenar al mundo sino para salvarlo. Dios está interesado es en redimir a la humanidad, no en destruirla.
Cuando el peso de la benignidad del Espíritu Santo cayó sobre mi, entonces me arrepentí de corazón por haber odiado, por haber esperado como Agar, a un tiro de arco para ver caer a esos enemigos que me habían herido sin razón. Al igual que Jonás me enoje muchas veces con Dios y le demande Justicia para mi; y es que aveces, somos tan humanos que si nos dan la oportunidad de ser Dios por un minuto acabaríamos con la mitad de la raza humana.
Es tiempo de soltar las gargantas de aquellos que nos ultrajan y nos persiguen injustamente. La justicia se basa en el amor, ya que éste es el pilar fundamental del Reino de Dios al cual pertenecemos. El amor no es un sentimiento, es una cualidad que nos caracteriza como hijos de Dios. El amor es expresivo, pulsatil, siempre lo vamos a sentir aunque sea de manera muy mínima, siempre está ahí.
Dejemos que sea Dios el que decida lo que merece, o no, aquel que nos hizo daño; dejemos que sea el Gran Juez el que pese los corazones y emita la sentencia que considere su justicia; porque al fin y al cabo lo importante de saber que el asesino está en las manos de Dios es que lo hemos soltado y lo hemos liberado de la cárcel que en nuestro corazón le habíamos construido.
Y es que por principio de Justicia Dios nos enseña a ser justos. Jesús dijo: «El que aborrece a su hermano es homicida» ¿Y, a cuantas personas no hemos aborecido alguna vez? ¿A cuantas no le hemos causado tristeza? ¿A cuantas personas no hemos defraudado?¿ A cuantas no hemos herido injustamente con palabra o actitudes? ¡Oh! sí el Señor se detuviera a considerar nuestras debilidades o injusticias ¿Cómo podríamos permanecer delante de su presencia? Pero gracias a Jesucristo que está cada día abogando por nosotros ante el Padre es que somos absueltos de todos nuestros errores diarios.
Las armas de nuestra milicia no son canales, es por ello que no hay razón alguna para tener almacenada esa artillería emocional que a la final a quien le hace daño es a nosotros mismos.
El que perdona olvida. Es tiempo de olvidar, perdonando; levantarnos y dejar la silla vacía para siempre.

miércoles, 24 de agosto de 2016

La Altivez. Un Enemigo Letal.


 Los israelitas, luego de pasar el Jordan comenzaron a conquistar la tierra prometida por medio de batallas donde Jehová se involucró directamente. Además de los mandamientos, les dio ordenanzas y estatutos que garantizaban su seguridad, pero sólo había un requisito que aseguraba las victorias, y era; la obediencia.
  La obediencia es un requisito sine qua non para entrar al cielo, a la misma presencia de Dios. La obediencia es el lazo que mantiene unido al creyente a la Justicia, a la Santidad, a la Verdad, a la Fe y al Amor de Dios; y estos cinco principios son fundamentales en su Reino.
  Jehová Dios le dejó claro a Israel que al pasar el Jordan y empezar a conquistar el territorio de los cananeos, heteos, jebuseos, zifeos, debían arrojarlos de ahí, evitando concertar cualquier vínculo con ellos porque por ser ellos una nación perversa era que Dios los arrojaba de esas tierras. Pero Israel tan parecido a nosotros en muchos casos, en un acto de desobediencia plena no los hecho, sino que los hizo tributarios convirtiéndolos en leñadores y servidores dejándolos en el territorio en calidad de esclavos.

 Uno de los primeros indicios de la altivez en la vida del creyente es precisamente buscar pagarle al prójimo con la misma moneda y hasta darse el lujo de darle vuelto.

  Entre los aspectos que caracterizan la altivez en la vida del creyente o del ser humano se encuentran los siguientes:
1) La Desobediencia. Al igual que el pueblo de Israel el creyente sólo mira su día a día, y en su desobediencia se acostumbra a ajustar el propósito de Dios a sus comodidades. Algo que me sorprende de este pasaje bíblico de Jueces capítulo 1:27-36 es que la altivez no te permite ver tus debilidades, te convierte en autosuficiente y por ende te hace esclavo de las circunstancias y de los que te rodean.
Israel en su altivez nunca entendió que ellos no eran nada sin Dios. Salieron de Egipto gracias a los milagros portentosos que Jehová hizo. De no haberse divido el mar rojo por el poder de Dios, los egipcios habrían masacrado a esa gran multitud de israelitas, pues esta gente era cobarde por naturaleza, y aunque hacian alarde, sólo vivían de apariencias y cuando les tocaba enfrentar grandes peligros se volvían a Dios llorando e implorando su auxilio. Y eso mismo acontece con nosotros, que nos jactamos de lo que podemos hacer en Cristo Jesús, hacemos alarde de nuestras capacidades, pero cuando nos encontramos con el mar rojo de frente y escuchamos el tropel de los problemas por detrás entonces buscamos a Dios desesperadamente.

El altivo no se acerca a Dios , por eso Dios lo mira de lejos. El altivo busca los argumentos necesarios para justificar sus actitudes y acciones



2) Perdida de la Visión. Un caso de altivez perfecta fue la de Sansón. Este hombre fue llamado por Dios con anunciamiento previo, indicando el Ángel de  Jehová como debía vivir y conducirse, y aún así jugaba con el pecado desobedeciendo a Dios y justificando sus acciones. En su astucia fue prendido y cuando creyó que saldría bien librado de esa emboscada cayó preso. Fue víctima de vituperios, humillaciones, y perdió sus dos ojos literalmente.
   El altivo no ve el futuro porque no lo conoce; pero Jehová Dios si lo conoce y es por ello, que le indica al creyente lo que debe hacer y como debe vivir a fin de evitar las consecuencias que sólo Dios en su Omniciencia puede ver.
Debemos entender que la altivez es un pecado espiritual. Opera para destrucción, fomenta las rebeliones y causa la muerte. 
El altivo llega a ver a todos y aún a Dios mismo como su enemigo porque no se ajustan a sus estándares mentales y egoístas.

El antonimo de la altivez es la humildad.
Jesús dijo: Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón.

La humildad no es una expresión, es una actitud por eso no permitas que la altivez marque tu existencia.