En el mundo la mayoría de las
personas anhelan estar en presencia de algún líder importante; ya sea de índole
religiosa, política, social, musical, entre otros. Basta con ser anunciada su
presentación para que se abarroten los estadios, los escenarios, las capillas
religiosas y los auditorios. Es
sorprendente ver las cantidades de colas interminables que se hacen a las
puertas de estos sitios; incluyendo los trasnochos, las exposiciones a las
altas temperaturas del día, algunos con tan solo una comida ingerida porque no tienen
suficiente dinero para pagar la entrada y comprar alimentos; otros duermen en
las colas porque no se perdonarían el perder el puesto que los llevara a estar
en la misma presencia de aquel al cual admiran.
Y cuando nos acercamos a ellos y
le preguntamos lo que sienten de estar todo un día en esas colas a la espera de
ese gran momento, con alaridos y lágrimas
te responden de manera eufórica los felices que se sienten. Cuando
tú deseas ver a alguien al cual admiras
y con quien te sientes identificado la espera se hace placentera. La espera
aviva la ansiedad y esa ansiedad te emociona, te enamora, te llena.
Es sorprendente ver jovencitas
trasladándose desde un país al otro para ver por escasas horas a sus cantantes
o grupos musicales favoritos. Algunas jovencitas han llegado al extremo de
suicidarse, dejando por sentado que; preferían morir si no estaban en la presencia
de aquel o aquellos a quienes admiraban.
Son tantos los casos como estos
que acontecen a diario en nuestra sociedad, a nivel mundial que si los enumero,
esta publicación se convertiría en un estudio, en vez de un artículo.
Uno de los hombres más importante
que resalta la historia, cuya vida se caracterizó por la permanencia en la
presencia de Jehová Dios fue Moisés. El capítulo 33:1-15 del Libro de Éxodo nos
muestra claramente el panorama tan deprimente que estaba pasando el pueblo de Israel;
pero también nos muestra el anhelo de un solo hombre de tener como respaldo
durante su vida la presencia de aquel al cual admiraba y amaba.
Jehová Dios luego que llama a
Abraham y lo manda a salir de su tierra y de su parentela, lo guía a una mejor
heredad. Abraham como nómada se movió por toda la tierra que poseerían sus
descendientes. Envejecido, antes de morir; Abraham le pasa la responsabilidad a su hijo Isaac,
siendo éste el hijo de la promesa, -pues Dios le había prometido a Abraham que
aunque su esposa Sara era estéril, ella concebiría un hijo en el cual le seria
llamada descendencia- Génesis 18:9-14. Isaac por su parte engendra gemelos, lo
que lo lleva a vivir una de las experiencias más traumáticas que resalta la
biblia; pues su hijo menor le toma con engaños
la primogenitura que le correspondía al mayor. Esto produce mucho enojo
en Esaú como hijo mayor de Isaac y provoca la huida de Jacob a tierras lejanas,
alejándolo de su familia. Jacob pasa por muchos momentos amargos y en su
proceso Jehová se le presenta como el Dios de su abuelo Abraham, de su padre
Isaac y como su Dios. Esta revelación cambia las perspectivas de Jacob y lo
lleva a anhelar la bendición que antes había obtenido por medio de engaños. En
su necesidad el Ángel de Jehová lucha con él y le cambia el nombre. Ya no sería
llamado mas JACOB que significa suplantador; sino que por el contrario sería
llamado ISRAEL que significa Dios lucha. A partir de ese momento Jacob empieza
a vivir de manera acertada, y ya entrado
en años les transfiere la bendición a
sus doce hijos. Estos doce hijos por un acto de rencilla entre hermanos,
motivados por celos y envidias, son llevados a vivir en Egipto el cual lo
gobernaban la Dinastía de Faraones llamados Iptsos, quienes se caracterizaban
por ser fuertes pero nobles en el trato con los extranjeros. José uno de los
hijos menores de Jacob llego a ser el segundo al mando en Egipto durante esta
dinastía, lo que hizo que sus hermanos habitaran la tierra más fructífera de
Egipto; Gosen. Cuando muere José, los
Iptsos son atacados y vencidos por un pueblo más fuerte, y llega otra dinastía
que no conocía a José y en su crueldad, por miedo a que Israel siendo ya un
pueblo numeroso y fuerte se levantara en contra de ellos, los redujeron a
esclavitud.
Dios permite situaciones en la
vida de Moisés que lo lleva a huir de Egipto al desierto y es ahí en el
desierto donde Jehová Dios llama la atención de este Israelita prófugo por
medio de una zarza que ardía y no se consumía. “Es tiempo de dejar que el fuego de Dios que arde en tu vida también te
consuma; porque de ahí en adelante ya no serás mas una zarza, ya no serás más
un árbol seco”. Moisés extrañado, movido por su curiosidad decide acercarse
a este arbusto y es ahí donde se encuentra con la voz de Dios. A Moisés se le
da la orden de volver a Egipto a decirle al Faraón del cual él estaba huyendo
que dejara libre al pueblo de Dios. Moisés lo hace y en medio de terribles
desenlaces Israel sale de Egipto con sus manos llenas de oro, ropa, comida,
enseres y otros tantos bienes más. Pero
llega un momento en la vida de los Israelitas que comenzaron a quejarse por
todo. Comenzaron a criticar el trabajo de Dios y de Moisés. Comenzaron a
murmurar de los líderes que Dios había levantado y a contaminar con su
murmuración a otros, tanto que Dios determino enviar a su Ángel Poderoso, y decidió
no ir con ellos en la larga travesía que se les avecinaba.
Es en este momento cuando Moisés
desesperado, yo imagino con lágrimas en los ojos le dice a Dios. “Si tu presencia no va conmigo, no nos
saques de aquí”. Éxodo 33:15.
Hay situaciones en nuestra vida como hijos de Dios que solo lograremos
cambiar y soportar si la presencia de Dios está con nosotros. Israel conoció,
vio todas las maravillas que Dios hacía en medio de ellos. Vio el monte que
humeaba, escucho la potente voz de Dios cuando le hablaba a Moisés; vio la
columna de fuego y la nube en el desierto cuando huían de faraón; Israel comió
mana, su vestidos nunca se envejeció, conforme crecían sus pies, crecían sus
calzados; y usted se preguntara ¿entonces porque pecaba tanto, al punto de
enojar a Dios? La respuesta es muy sencilla. Israel nunca estuvo en la presencia de Dios.
Los únicos hombres y mujeres en la Biblia que permanecieron en el
propósito de Dios, fueron aquellos que conocieron su presencia; aquellos que la
anhelaron, aquellos que la buscaron. Tal fue el caso de David, Samuel, Elías,
Esther, Pablo, Pedro y hasta el mismo Señor Jesús en su condición humana.
En la actualidad estamos más
interesados en ver el Poder de Dios, las maravillas de Dios, que en conocer su
presencia. Estamos más interesados en
MOVER LA GLORIA DE DIOS, que MOVERNOS EN SU GLORIA. La zarza en el desierto
fue usada por Dios para atraer a Moisés pero luego que Dios dejo de hablar con Moisés
la zarza siguió siendo zarza. Siguió siendo un arbusto seco en medio del
desierto. Es en
la presencia de Dios donde hay cambio, donde hay libertad; es en su presencia
donde hay sanidad; es en su presencia donde hay revelación. El Poder no es más
que la manifestación de tu intimidad con
Dios. Hay quienes reciben milagros poderosos, el Poder de Dios se
manifiesta literalmente en sus vidas; pero al pasar el tiempo se olvidan de lo
que Dios hizo en ellos y se alejan de Dios. Y tú dirás ¡Pero yo voy a los
servicios de mi iglesia siempre!
La lejanía de Dios no corresponde al asistir o no a los servicios de la
iglesia. La lejanía de Dios corresponde a no tener intimidad con él en tu vida.
A no apartar horas para buscarle y adorarle. Hay gente que mueve el Poder
de Dios. Usan los dones y los talentos porque lo SABEN hacer. Pero luego cuando
tú los ves con el lente de Dios te das cuenta de que están vacíos porque están
tan ocupados en provocar la manifestación del `Poder de Dios; que se han
olvidado del Dios que les da la capacidad de mover su Poder.
Jesús fue muy enfático cuando
dijo: En aquellos tiempos muchos me dirán: Señor en tu nombre echamos fuera
demonios; resucitamos muertos, sanamos enfermos (manifestación del Poder de
Dios) más yo le diré NUNCA OS CONOCÍ (intimidad, anhelo de su presencia).
Es muy diferente hacer lo que sabemos hacer, que hacer lo que debemos
hacer.
Anhelar la presencia de Dios va mas allá de un deseo mal sano o personal. Anhelar
la presencia de Dios nos descubre el corazón, nos rasga nuestras vestiduras,
ese ropaje que a veces venimos cargando del Egipto espiritual del cual fuimos
sacado no con mano de hombre; sino con la Mano Poderosa del Espíritu Santo, por
medio de la sangre de Jesucristo para cumplir el Propósito que el Padre se trazó
con nosotros desde antes de nacer.
Anhelar la Presencia de Dios nos lleva a conocernos a nosotros
mismos; nos lleva a doblegar nuestro carácter.
Nosotros jamás invitaríamos a nuestra casa a una persona desordenada,
insolente, rencillosa, amargada, murmuradora, desleal, infiel, egocéntrica,
terca, obstinada, mentirosa, incrédula,
injusta y egoísta. Y estas características nos representaban a algunos
de nosotros, por lo que el Espíritu Santo no ha venido procesando en este
tiempo, para presentarnos ante Cristo como una amada hermosa. Hay quienes creen
o suponen que es en el Cielo donde seremos transformados…No es en el Cielo…¡es aquiii! Es aquí donde necesitamos ser transformados; es aquí donde necesitamos
ser procesados; es aquí donde necesitamos conocer a nuestro Señor y Dios…es
aquí. Porque si yo como humana JAMAS me casaría
con un desconocido. ¿Cómo crees tú que EL REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES lo hará
entonces?. Y tu eres la Iglesia. La amada del Señor; la que Él desposara en las bodas del Cordero. Con mas razón deberíamos anhelar su presencia.
Moisés anheló y lloro por la presencia de Dios, y Jehová Dios
en recompensa le permitió ver su Gloria pasar.
No te conformes solo con ver la Gloria de Dios. Porque solo su
Presencia te permitirá Permanecer en su Reino para Siempre.
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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo