lunes, 17 de febrero de 2014

Una Victoria en el Silencio.


Hace algunos años, cuando me encontraba sumergida en la búsqueda del conocimiento y de la presencia de Dios, atravesando por un desierto personal, que al igual que el pueblo de Israel a  su salida de Egipto, no me toco de otra sino mirar para arriba; porque al único que tenía en ese momento era al Dios del Cielo y de la Tierra; pude entender lo que significa la victoria en el silencio.
Estamos acostumbrados a hacer grandes escándalos cuando nos emocionamos, nos enojamos, nos entristecemos, y hasta cuando oramos; creyendo que mientras más fuerte sea el tono que empleemos en dichas ocasiones, más efectiva será la respuesta.
Una madrugada, de esas que por causas de los conflictos internos y externos no te permite conciliar el sueño, me senté en  el piso de mi habitación, la única que tenía; que me servía también de cocina, sala comedor, y dormitorio, a leer la biblia. Siempre me he sentido afortunada de parte de Dios por haberme enseñado a amar el Antiguo Testamento; y a vivir la historia del pueblo de Israel. Y digo vivirla; porque cada vez que me introduzco en la lectura de esos pasajes bíblicos, el Espíritu Santo revela episodios a mi vida que me sorprenden.
No significa que los otros libros de la biblia para mí no sean importantes, por el contrario; estoy segura que cada libro de la biblia en el Antiguo y Nuevo Testamento es de vital importancia para la vida, el crecimiento y el desarrollo espiritual del creyente.  Pero a Dios le plació y le ha placido enseñarme muchas verdades espirituales a través de los pasajes del antiguo testamento.
Y en esta ocasión les hablare acerca de un pasaje que emociona, y que guarda grandes revelaciones aplicables a este tiempo. Les hablo del Libro de Josué y la toma de Jericó.
Me permitiré hacer una breve introducción acerca de lo que aconteció antes de la toma de Jericó y del  porque se dieron unas estrategias tan extrañas para el pueblo de Israel.
Cuando Dios saca al pueblo de Israel de Egipto y lo lleva al desierto por medio de Moisés para hacerlos poseer la Tierra que él había prometido a Abraham, Isaac y Jacob, el pueblo se corrompió elaborando un becerro de oro y adorándolo; mientras Moisés estaba en la presencia de Dios recibiendo directrices de como conducir a una multitud para que no se desviaran del propósito por el cual los saco de Egipto. Israel, era una Nación acostumbrado al trabajo arduo como pastores y campesinos; pero nada sabían de guerra, ni de batallas, ni de conquistas. Ellos como pueblo en tierra de faraones, nunca se preocuparon por aprender el arte de la guerra. Egipto como imperio tenía a sus guerreros, a sus conquistadores, y sus guardias; quienes eran los encargados de velar por el bienestar de la nación incluyendo también a los esclavos. Es por ello que Israel en su mayoría vivió reposado y tranquilo.
Pero en ese reposo pocos eran los que recordaban las promesas de Dios a Abraham; y fue entonces cuando Dios permite situaciones en la vida de los israelitas que le hace desear salir de Egipto. Aunque ellos en su gran mayoría habían olvidado el plan de Dios, el Señor nunca lo olvido; porque Dios juro por Si mismo que le daría a la descendencia de Abraham la tierra de los amorreos, los heteos, los jebuseos, etc.
Luego que Moisés nace, y es salvado del edicto del faraón; es criado en el palacio por la hermana del Faraon de Egipto. Dios se involucra en la vida de moisés de manera tal, que permite situaciones que lo llevan a huir al desierto; para enseñarle a dirigir a una nación como el pastor dirige  a un rebaño de ovejas. Trabajo que le costó a moisés su entrada a la Tierra Prometida, y por misericordia solo se le permitió observarla desde la cumbre de una montaña. Luego de ese episodio y a la muerte de moisés, es Josué quien siendo aún muy joven; fue escogido para relevar a Moisés en la tarea que Dios se había trazado. Dos cosas caracterizaron a Josué durante su vida. El temor a Dios y la determinación. Josué fue uno de los pocos de esa generación que salió de Egipto;  que llego a pisar la tierra que fluía leche y miel.  40 años en el desierto bastaron para que todos los incrédulos y rebeldes  perdieran esa bendición; salvo algunos como Josué y Caleb, además de varios  descendientes de Aarón y de las familias sacerdotales. Luego que Dios le da la orden a Josué de esforzarse y ser MUY valiente para introducir al pueblo a la tierra prometida, le permite hacer un milagro semejante al de Moisés delante del pueblo para que no quedase lugar a dudas que el mismo Dios que estuvo con Moisés, estaría con Josué; eso también para que el pueblo temiera y evitar futuras sublevaciones.
Josué envía espías que inspeccionasen  las tierras de Jericó, la primera ciudad que sería conquistada. Jericó era una ciudad fuertemente amurallada de manera que  aún tenía en sus muros; antemuros, lo que hacía imposible su conquista. La gente que allí vivía, aunque temerosa; confiaba en sus estructuras.  Para conquistar a Jericó el pueblo debía pasar el Jordán, que era tan grande e igual de impetuoso que el mar rojo; tanto que para pasar ambos, mar y rio; se necesitó de la intervención del Poder de Dios. Es por ello que al escuchar este acontecimiento los pobladores de Jericó y las naciones vecinas tuvieron miedo y las puertas de Jericó se cerraron de manera que nadie entraba ni salía.
Ya las dos primeras fases están culminadas: El paso del Jordán y el reporte de los espías. Ahora falta la tercera fase que era la estrategia. Y quizás todos se preguntaban ¿Cómo conquistaremos o entraremos a tomar esta ciudad, si sus puertas están completamente cerradas y sus muros son tan altos que no pueden ser escalados?
He ahí lo que me maravilla de esta historia. Israel estaba tan acostumbrado a quejarse que ni viendo los milagros que Dios hacia a favor de ellos, dejaban de hacerlo. Por otro lado eran cobardes en su mayoría por naturaleza. No sabían pelear. Solo Otoniel, Caleb y algunos otros jefes de familia eran capaces de enfrentar cualquier obstáculo con tal de cumplir el propósito de Dios. Dios por su parte le da a Josué una estrategia de conquista poco común. Josué le dice al pueblo que saldrían cada día cuando amaneciera a darle una vuelta a la ciudad por 7 días.
Imaginemos la cara de los Israelitas cuando Josué les da la orden. Pero lo que más emociona es que las vueltas que iban a dar alrededor de la ciudad tenían que darlas en silencio.
Normalmente estamos acostumbrados a salir refunfuñando cuando no estamos de acuerdo con algo, sea de la iglesia o de nuestra vida personal. Muchas veces esta práctica es muy común en nuestros jóvenes; sobre todo en aquellos que son dados a la desobediencia, que buscan argumentos que los lleve a justificar su deseo de no hacer lo que se les ordena. También es común en los que aman desanimar al compañero cuando no está de acuerdo con el mandato establecido por Dios, por los lideres, por los padres, y hasta por sus jefes, en el plano laboral.
En silencio. Esa fue la orden de Dios a Josué para el pueblo de Israel. 6 días dando vueltas sin hablar; pero con sus mentes cargadas de pensamientos contrarios a la voluntad de Dios; contrarios al propósito de Dios, hasta que llego el séptimo día. Israel apesadumbrado, cansado, impotente, argumentando en su interior, negativo, temeroso, pensando que quizás era una gran locura lo que hacían, tuvo que dar 7 vueltas ese mismo día. Es decir; redoblar la faena, ratificar el mandato estratégico de parte de Dios y en silencio.  Cuando dieron la última vuelta sobre la ciudad, se les permitió gritar de tal modo que los muros cayeron. Cuando yo leí esa madrugada el pasaje el Espíritu Santo me llevo a ese momento como llevo al profeta Ezequiel a ver lo que hacían los sacerdotes en oculto dentro de sus propias habitaciones. Y Me mostro que si él no les hubiera mandado a hacer silencio, por el comentario negativo de algunos, todo el ejército habría abortado la misión y la conquista no se habría llevado a cabo.
 Israel por naturaleza era especialista en desanimar a otros. Eran pesimistas, y nunca le creían a Dios. Pero lo más impresionante fue cuando el Señor me mostró que los gritos de Israel no fueron producto de un corazón conquistador; sino de corazones y mentes airadas, cansadas e impotentes; y que en esos gritos la energía tan negativa que sacaron, que extrapolaron fue lo que destruyo los muros.

¿Qué me enseñó a mí el Señor esa  madrugada? Que a veces Dios tiene que enmudecernos para podernos permitir obtener victorias en nuestras propias vidas. Y al igual que Israel nos desesperamos y cuando no hallamos respuestas o no vemos la solución al conflicto; entonces comenzamos a quejarnos y a declarar palabras que nos alejan del bien de Dios para nuestras vidas. Proverbios 18:21 dice: “El poder de la vida y de la muerte se encuentra en la lengua”  Una vez, el Señor me dijo que mis pensamientos eran palabras para él; por eso es tan importante y fundamental para permanecer en intimidad con el Espíritu Santo  guardar nuestra mente. ¡Cuán necesario es establecer un puente entre la mente de Cristo y nuestra mente! para que los pensamientos de él lleguen a nosotros; porque es de la única forma que estaremos seguros. Una de las estrategias que más le ha funcionado al enemigo para hacernos pecar es el mucho hablar. Jesús mismo nos dijo: “Sea vuestro Si, si y vuestro no, no; porque lo que es mas de esto, del mal procede” Mateo 5:37.
Es decir;  que nuestras palabras sean las necesarias, porque por nuestras palabras seremos juzgados y por nuestras palabras seremos condenados. Satanás tiembla cuando logra percibir en el mundo espiritual a un cristiano callado, silencioso; porque sabe que está lleno del Espíritu Santo; y un cristiano lleno del Espíritu Santo es un arma infalible en el reino de las tinieblas. Un arma infalible en el Señor,  es aquella persona que nunca comete un error, que nunca deja de funcionar correctamente y siempre proporciona el resultado deseado.
También es necesario ser centinelas mentales, es decir; vigilar nuestros pensamientos para así llevarlos cautivos a la obediencia a Cristo Jesús. 2 Corintios 10:5.

Pero al contrario de lo que paso con Israel en Jericó, muchas veces son nuestros gritos lo que derriban las murallas que el Espíritu Santo ha levantado alrededor nuestro, y es el enemigo el que entra a hacer destrozo en nuestras vidas y en la de los que están con nosotros. ¿Sabes porque? Porque la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas es un fuerte vallado.

Isaías lo entendió y en un cántico exclamo. “Fuerte ciudad tenemos, salvación nos puso Dios, por muros y antemuros” Isaías 26:1.  Pero cuando le damos cavidad a la ira, la gritería, el enojo, los pleitos y las quejas; y comenzamos a hablar y a comprometer nuestro lenguaje y nuestras palabras, esos muros se van debilitando; porque el Espíritu Santo se contrista y se aleja de nosotros.


Nuestra victoria dependerá del silencio que guardamos en la presencia de Dios. Y ESE SILENCIO HARÁ QUE EL PODER DE DIOS SE MANIFIESTE A NUESTRO FAVOR.

1 comentario:

  1. Muy bueno, como todo lo que escribes! de bendición.

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Redacción: Ana Maria Melean
Diseño y Fotografía: Jesús Baldonedo