jueves, 24 de octubre de 2013

Cuando me miran tus Ojos

Muchas veces pensamos que conocemos a alguien por el simple hecho de oír hablar de ella o el. También se nos hace difícil pensar en algunos casos de cuan necesario es ir mas allá de una referencia personal.
Esto mismo le sucedió a un hombre que siendo muy rico y sabio pensó que conocía al que le había dado el poder de adquirir tales riquezas, hasta que vino a su vida una situación muy difícil que lo llevo a hacer una exclamación que transformo su vida y aun en estos tiempos nos lleva a la reflexión.  Hablamos de Job.
En la Biblia nos encontramos un libro que se hizo famoso por dos razones: 1) Muestra claramente la naturaleza y el Poder de Jehová Dios. 2) Demuestra que el Ser humano si puede mantener su integridad en medio de cualquier dificultad por muy dura que ésta sea.
Cuando Job aparece en el escenario bíblico, lo hace como un hombre rico, vigoroso y saludable, lleno de posesiones, y sobre todo rodeado de una gran familia. Para esa cultura esas características eran muestras de que gozaban del favor de Dios. Y no se equivocaban; aun hasta Satanás lo pensaba y por eso se enardecía de ver como un hombre mortal podía tener tanto disfrute en su vida, sin que nada malo le aconteciera.
Este aspecto resalta de tal manera que llama la atención de Jehová Dios y le lleva a preguntarle a Satanás.  ¿De dónde vienes? A lo cual satanás responde: De rodear la tierra, y de andar por ella.
Luego el Señor le hace otra pregunta: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios, y apartado del mal? (Job 1:8-9)
He aquí la respuesta que manifiesta la interrogante del corazón de satanás. ¿Teme Job a Dios de balde? Es decir; ¿innecesariamente? Para satanás era imposible de creer que un simple Ser humano pueda temer a Dios si éste no lo mantiene rodeado de su Gracia. Por eso se atrevió a sugerirle a Dios ¡Quita todo lo que tiene para ver si no te blasfema en tu rostro!.(Job 2:5)Es increíble entender una verdad espiritual; y es que satanás solo lograba ver el vallado que Dios tenia a todas las posesiones de Job, pero nunca pudo ver lo que se desarrollaba dentro de ese vallado; y era una maravillosa intimidad. Por esta razón es que él (satanás) resalta su idea de que nadie podía amar a Dios a menos que éste le tuviera conquistado con resaltantes riquezas materiales. Satanás nunca vio la adoración de Job; eso le era imposible, por eso el nunca se percato de que al quitarle a Job sus bienes, mantendría su posición inicial. Es importante entender como creyentes, el valor de la Gloria de Dios como vallado sobre nuestras posesiones; porque es lo único que satanás puede ver en nosotros. El no puede escuchar nuestras oraciones intimas, porque él jamas podrá introducirse en lo secreto de Dios. Ahora entendemos porque Jesús hizo énfasis en la oración a puerta cerrada (Mateo 6:6), hablando de la intimidad. Hoy por hoy es nuestra actitud la que define nuestra relación con el Padre, y son nuestras actitudes las que satanás estudia y evalúa, y usa como marco referencial para atacarnos; ¿el objetivo? matar nuestra Fe; porque el sabe que sin ella , no podemos agradar a Dios. Y fue la Fe de Job la que resaltó al final de todas las adversidades orquestadas desde el mismo infierno, "Y esta es la Victoria que ha vencido al mundo, nuestra Fe"( 1 Juan 5:4)
Más sin embargo Dios en su Justicia jamás extendería su mano para dañar al inocente, y le permitió a satanás dañar todo lo que Job tenia, menos su vida.
Jehová Dios conocía a Job y sobre todo pesaba las intenciones de su corazón. Conocía los pensamientos de Job. Este hombre más que temerle (tenerle miedo) a Dios; lo respetaba. Lo reconocía como aquel que le había dado todo cuanto tenia. Tenía fama en su ciudad de ser un hombre justo y temeroso. Aun cuando sus hijos hacían banquete, el luego sacrificaba ofrendas de expiación por si acaso los jóvenes llevados por los efectos del vino, cometían algún pecado contra Dios.
Imaginemos el nivel de valor que Dios representaba para este hombre que resalto entre una multitud hasta llamar la atención de satanás. Y entonces comenzó la tortura del inocente. Primero le mata a los criados, luego a los animales y  luego a los hijos.; y de `paso que todos los que traían la noticia dijeran “fuego cayó del cielo”, atribuyendo esa gran tragedia al Dios de él. Todo en un mismo día. Tres ataques diferentes, y en paralelo harían que cualquier ser humano soltara cuanta maldiciones y blasfemias se le ocurriera por causa del dolor de una perdida tan grande (humanamente hablando).  Yo imagino el escenario espiritual. Satanás y sus demonios mirando fijamente a Job a la espera de tan ansiada blasfemia; y Dios y sus ángeles sonrientes esperando  tan famosa exclamación. Leamos que dijo Job: “Desnudo Salí del vientre de mi madre, y desnudo tornare allá. El Señor dio. Y el Señor quito; SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR BENDITO”.
Una exclamación que ha trascendido siglos, y aun en este tiempo nos motiva como seres humanos. Luego satanás se presenta nuevamente ante el Señor y le dice: piel por piel. Quizás satanás se decía sí mismo: “es probable que a este hombre nos le importan sus posesiones pero de seguro si le importara su propia salud”. Y le dice a Dios: toca su piel y veras si no te blasfema en tu presencia. Dios le vuelve a decir: Toca su carne, pero guarda su vida. Dios sabía que satanás odiaba tanto a Job que lo habría matado de habérselo permitido. Por eso el guardar la vida de Job no era una petición de Dios para satanás; era una orden, que satanás debía acatar.

Cuán difícil debe ser para satanás acatar las órdenes de Dios, a pesar de sus pretensiones y su  rebelión. Satanás pone en marcha su plan y le toca la piel a Job con  una escabiosis o sarna; enfermedad de la piel causada por el ácaro parásito Sarcoptes  Scabieris. Su principal síntoma es la pinchazon insistente que se intensifica durante las noches y con el calor. El picor está causado por la reacción alérgica del cuerpo ante el parásito, que se manifiesta con pequeños granos, ampollas y pequeñas ulceras con costras. Job en su desesperación, rasga sus vestiduras en señal de humillación y coloca cenizas sobre si para aminorar el ardor y la comezón que esta enfermedad le producía. Pero lo que más le dolía era la incertidumbre que tenía acerca de su Dios.


Dios solo veía a Job. Solo veía su corazón.

Todavía, en medio de las difíciles situaciones que por causa de nuestra búsqueda y nuestro confiar en Dios se nos presentan de parte del enemigo para hacernos dudar;  Dios tiene su mirada puesta en nosotros. Hay quienes piensan que en medio de las adversidades nuestro Señor nos vuelve la espalda; pero no es así. Dios solo esta observando nuestro corazón, pesando nuestras intenciones, confirmando nuestra confianza en él, y sobre todo procesando nuestro carácter.

 La Biblia dice"Muchas son las aflicciones del justo, mas de todas ellas le librara Jehova" Salmos 34:19.


Dios aun nos está mirando fijamente.

sábado, 12 de octubre de 2013

Cuando cambia un Corazón. Parte II

En la primera parte de este artículo hablé acerca de la historia de dos mujeres del reino de Media y de Persia, que llegaron a incidir considerablemente en la conducta de un hombre cuyo carácter era extremadamente fuerte. Hablo de la Reina Vasti  y  de la Reina Ester.
A pesar de la belleza física de estas dos mujeres, lo que predominó en la transformación de este Rey fue la entrega de Ester al Dios de sus padres;  Jehová de los Ejércitos, y aunque no se habla directamente de Él en el Libro de Ester, el cual se encuentra en la Biblia, hay muestras claras de su participación silenciosa en este escenario monárquico tan cargado de conflictos, drama y decisiones difíciles.
La Reina Ester no se confió en su belleza, ni menos en su inteligencia; considerando que el Rey Asuero estaba acostumbrado a deleitarse en la belleza femenina, y al cual su arrogancia no le permitía ver a nadie más inteligente que a sí mismo. Sin embargo dos virtudes  resaltaron  en Ester hasta llamar la atención del Rey, y fueron su silencio y su paciencia.
La biblia resalta en el Libro de Ester su carácter y templanza. El que fuera una mujer callada hacía que se ganara el favor de toda la corte, y su templanza la manifestó en el momento más crítico para sus conciudadanos judíos, y con gallardía tomo decisiones que pudieron costarle la vida.
Todo eso lo hizo una mujer enamorada. Fue en su silencio que Ester aprendió a amar a su esposo que era el Rey. ¿Fue fácil? Por supuesto que no. No debe ser fácil para una esposa enamorada tener que compartir a su esposo con otras  mujeres tan hermosas o más que ella.
Tener que esperar hasta ser llamada para poder abrazar, acariciar o besar a su esposo. Podían pasar semanas y hasta meses en el silencio de su alma; pero en la ruidosa faena de su responsabilidad que como Reina tenia. Solo una vida de oración y una entrega ferviente a Jehová le llevo a soportar esa difícil situación.
Cada uno de nosotros en este tiempo como Iglesia; la novia del Cordero, la amada de nuestro Señor Jesucristo, quizás hemos experimentado en algún momento el silencio de una larga espera. Quizás hemos estado anhelando que el Rey nos mande a llamar para recordarnos que nos ama. Y al igual que Ester nos entristecemos cuando vemos como nuestro amado trata y actúa en otros y a nosotros como que ni nos mira.

Pero muchos no tomamos la medida que tomo esta mujer enamorada. No decidimos buscar a nuestro Padre y pedirle que nos revele al amado.  Muchos somos orgullosos y confiamos en nuestras  propias capacidades; y eso no está mal, el problema empieza cuando decidimos apoyarnos en nuestra propia prudencia y en nuestra autosuficiencia y nos olvidamos de ir al que todo lo sabe y todo lo ve. Yo me atrevo a asegurar que todos los pasos que la Reina Ester dio para acercarse al rey; su esposo el día indicado y a la hora indicada, fue una revelación de Jehová Dios.
No bastó solamente los ayunos de ellas ni sus criadas; no basto el ayuno de todos los judíos;  lo que realmente bastó fue la decisión que Ester tomó de apartarse de toda su cotidianidad para esperar la estrategia  que Jehová Dios tenia. Se estaba enfrentando a un hombre Poderoso en Susa Capital del reino; un hombre a quien el Rey amaba y en quien confiaba plenamente, un hombre cruel y sanguinario a quien no le importaba exterminar a una raza por simple placer, un hombre astuto. Desde la antigüedad cuando leemos los libros de Génesis, Éxodo, Jueces, incluso Reyes; vemos como Dios interviene en los conflictos que Israel tiene con las Naciones vecinas hasta el punto de hacerlos suyos, y de dar las estrategias para vencer a sus enemigos y de paso le da la ayudadita en algunos casos.
No solo Jehová Dios intervino en el insomnio del Rey Asuero; no solo intervino en la presentación de Ester ante el Rey sin ser llamada, sino que intervino en la confrontación que tuvo la reina Ester con Aman, y de cómo éste cayó desfallecido ante el lecho de la Reina haciendo que el Rey lo catalogara como un violador, sentenciándolo a la horca.
Ester como reina amó a su esposo, pero también amó al pueblo de su Dios. Y cuando amamos estamos dispuestos a hacer todo lo que sea necesario por aquellos a quienes hacemos dignos de nuestro amor. El Rey Asuero amó tanto a Ester que su corazón empezó a cambiar.  La reina Ester amó tanto a Jehová  Dios que estuvo dispuesta a morir por su pueblo de origen.
Dios nos amó tanto que fue capaz de entregar a su único hijo al vituperio y al quebranto inhumano del cual sería objeto. Nuestro Señor Jesucristo nos amó tanto como creación de Dios que se dio a sí mismo y sufrió en silencio los dolores de la Muerte. Es el Amor el único que nos lleva a cambiar.
Es nuestro Amor por Dios el que nos llevara a ser diferentes en medio de un mundo contaminado. Es el Amor que sentimos por Cristo lo que nos llevara a buscarlo y esperar en su presencia el tiempo que sea necesario, al igual que; nos llevara a cambiar nuestras actitudes y solo enamorados podremos estar dispuestos incluso a morir por él; para agradarle.
Cuando Jesús después de la resurrección se dirigió  al Apóstol Pedro  lo primero que le pregunto fue: Pedro; ¿me amas?. Tres veces se lo preguntó hasta el punto de entristecerle y llevarle a responder: Señor, tu lo conoces todo... tu sabes que te amo.
Pero éste mismo Pedro que le estaba asegurando al Señor Jesucristo que lo amaba, era el mismo que días antes lo había negado TRES VECES delante de todos los judíos cuando se llevaron a Jesús para enjuiciarlo. Jesús sabia que Pedro lo amaba, pero ésto no era suficiente. Ahora Pedro tenia que demostrárselo. Y así como lo negó por miedo a morir, ahora tenia que demostrar su amor por cristo apacentando a su rebaño; que no eran mas que los hombres y mujeres que se convertirían mas adelante al evangelio de Jesucristo y por el cual recibirían persecución y muerte.
Debemos estar atentos a la petición de nuestro amado Señor para demostrarle que lo amamos. 
¿Que estaríamos dispuestos a hacer para demostrarle nuestro Amor a Cristo Jesús?

La respuesta a esta pregunta solo la tiene un corazón enamorado.