domingo, 21 de julio de 2013

Cuando cambia un corazón.

Muchas veces como mujeres se nos otorga la difícil y maravillosa tarea de ser esposas, y nunca logramos entender la magnitud de las implicaciones que conlleva el serlo.
En esta oportunidad tomaremos la vida de dos mujeres que en la antigüedad lograron serlo,  pero que al final entendieron la importancia de su rol como mujer.
Es cierto que la sociedad Persa era patriarcal, y que los hombres ocupaban las posiciones dominantes en el gobierno, el comercio, el ejército y la familia; pero la posición de las mujeres no resultaba poco significativo. Sin embargo con el pasar del tiempo todo el respeto del cual venia gozando la mujer Persa se debilitaba, y el libro de Ester lo muestra con gran énfasis y claridad.
Tres años tenía Asuero reinando y ya mostraba su altivez y arrogancia. Persia y media era un reino donde predominaba la avaricia, la perversión; tanto que en sus banquetes no faltaban las orgías  y solo se respetaba a la reina. Las mujeres aunque gozaban de algunos privilegios eran tomadas solo como objetos de exhibición, es por ello que cuando el rey Asuero manda a llamar a la reina Vasti ésta se rehusó a venir. ¿Porque? La respuesta es muy sencilla: El rey mostraría a todos los presentes en el banquete la belleza femenina que solo él poseía, con la única intención de provocar envidias y celos entre sus generales y capitanes. No era la primera vez que él hacia esto; es por ello que Vasti cansada de sus constantes borracheras y estériles exhibiciones decidió no presentarse ante el rey.
Ahora  el hecho es que había tanto irrespeto que aún las mujeres hacían banquetes y festines, es decir; eran dadas al Vino y a los desenfrenos que estas fiestas provocaban. Es considerable entender que la reina Vasti era un modelo altamente influyente para las mujeres del reino. Esto lo sabían muy bien los príncipes y sátrapas, ya que se apresuraron  aconsejar al rey que la destituyera del reino para evitar que las demás mujeres, impulsadas por el ejemplo de Vasti se rebelaran y no pudieran ser controladas por sus propios maridos. Efectivamente esta idea fue aprobada por el rey en un momento de enojo y embriaguez; solo que cuando pasaron los efectos del vino se acordó de lo que Vasti había hecho, pero también recordó el edicto real que firmado y sellado, por ende;  no podía ser abrogado. Con dolor la echó del reino y su tristeza fue tan notoria que causó preocupación entre sus ministros, de manera que se apresuraron a traer cuanta doncella se encontrara en las provincias de Media y de Persia; para que alegrando el corazón del rey, le ayudaran olvidar a Vasti y fuera escogida otra reina en su lugar.
Fue entonces cuando en medio de tanta depresión y confusión dentro de las provincias, encontramos a una joven judía llamada Hadasa, huérfana de padre y madre, quien estaba bajo la tutela de un piadoso judío de nombre Mardoqueo. Es considerable entender la presión que estaban sufriendo estas jóvenes doncellas, quienes además de estar en condiciones de esclavas, perdían en ese momento todos los sueños característicos de toda mujer. Casarse con un buen hombre, tener hijos, llegar a ser una excelente esposa. Salvo que había un pequeño detalle; si el rey no la escogía  como esposa, sería tomada como concubina, es decir; amante. Ser concubina tenia sus privilegios: pertenecían a un harem, al cuidado de eunucos que se encargaban de velar por su alimentación y aseo personal, mas sin embargo, si llegaran a concebir hijos, estos servirían para mostrar la hombría del rey, pero la sucesión a la corona seria del hijo de la esposa; es decir, la reina. Ester estaba consciente del futuro que se le avecinaba, pero la diferencia entre ellas y las otras doncellas era que Dios la respaldaría a partir de ese momento.
Aunque en el relato de la historia de Ester, no se menciona en ningún momento a Jehová Dios, se evidencian algunos aspectos de su voluntad. Entre sus aspectos veremos los siguientes: a) Ester haya gracia delante de los eunucos y demás sirvientes, sobre todo de uno de los eunucos de mayor confianza del rey. (b) Mardoqueo, tío y tutor de Ester descubre una conspiración en contra del rey, lo notifica, se hacen las averiguaciones, se comprueba el asunto, se anota en las crónicas del reino y más adelante es honrado por ello. (c) De entre todas las doncellas Ester es coronada reina en lugar de Vasti y le es colocada la corona real. En un momento como éste, las mujeres solemos pensar que ya llegamos a la meta, y nos alegramos por ello;  pero no es así para Ester. Había otros planes y solo Dios los dirigía. Aunque la reina Ester pensó que era el final, resultaba ser el comienzo de grandes retos que debía llevar a cabo aun en contra de su propia vida.
La meta del rey Asuero era encontrar una reina hermosa y sumisa a quien exhibir y controlar. La meta de todas las doncellas era ganar el título de reina. La meta de Ester como reina era complacer al rey en todo y ser una esposa sumisa; pero la meta de Jehová Dios era otra. Y mas adelante se revela el propósito: Cambiar el corazón del hombre pagano y cruel, por medio de una mujer temerosa de Él, para bendecir a un pueblo rebelde y contradictor, que se hallaba en cautiverio por causa de sus maldades, a fin de mostrar su amor y misericordias para confirmar el pacto que hizo a Abraham, Isaac y Jacob. Es por ello que Ester sufrió en silencio los sinsabores de una guerra silenciosa. Esa que toda esposa libra en el alma, esa que aveces te hace temer, flaquear y muchas otras tantas veces te quiere obligar a desistir. Ester experimento la soledad de la corona, la incertidumbre de no conocer lo suficientemente a su esposo, y ademas de ello la amenaza de exterminio de su raza, de la cual ella ni aun dentro del reino, podría escapar; pues el edicto del rey aun el el trono la alcanzaría  Pero como dice proverbios 14:1 "la mujer sabia edifica su casa". Esta mujer escogió un mejor y único aliado; Dios. Tres días de ayuno y una vida de entrega y de oración bastaron para que Jehova le diera a esta joven judía la Victoria; no solo en su matrimonio, al ser aceptada por el rey fuera del tiempo de su comparecencia (pues solo la reina podía presentarse ante el rey, si éste la llamaba); sino que también le fue entregado el enemigo y maquinador de su tío-tutor y por ende de su Nación. Lo más relevante en esta historia ha sido el cambio tan trascendental que sufrió el rey Asuero, quien paso de ser un hombre arrogante y vil, a un esposo amante y justo. Y las fiestas que de ahí en adelante se realizaron en Susa, capital del reino, fueron las de pur, que significa “suerte” realizadas en honor a la victoria que Jehová Dios les había otorgado a los judíos.
La arrogancia e insensatez de la reina Vasti la llevo a perder a su esposo y todo lo que poseía, incluyendo la corona real; Considerando la vergüenza a la que fue sometida al ser echada del reino. Mientras que la sabiduría de Ester la llevo a conquistar no solo el corazón del Rey, sino también el corazón del reino.

El silencio es una virtud poco común en una mujer. Pero necesario para ganar las batallas que como esposa y reina de tu hogar se te presentan.
Sólo la alianza con Dios nos dará la Victoria.

Recuerda: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; MAS LA MUJER QUE TEME A JEHOVA, ésta será alabada. Proverbios 31:30.

viernes, 12 de julio de 2013

Al Limite de la Fe.


En algún momento de nuestras vidas solemos hacernos esta pregunta. ¿Qué hacer… cuando no se qué hacer? Y tratamos por todos los medios de buscar la solución  a los diferentes conflictos que se nos presentan; unos más fuertes y difíciles de sobrellevar que otros.
Tal fue el caso de un Rey cuya trayectoria monárquica era intachable. Hombre valeroso, decidido, temeroso de Dios, respetable y con una moral irreprensible  ante su pueblo. Nos referimos en esta ocasión a Josafat, quien gobernó  Judá;  luego que la Nación de Israel se dividiera  por causa de los pecados de Salomón, y le fuera entregado a Jeroboan las 10 tribus del norte, mientras que a Salomón le quedaba solo las 2 tribus del sur por amor  a David su padre. Es por ello que fue grande la galería de reyes que lideraron las 12 tribus de Israel y por ende  también lucharon en contra de grandes imperios como lo fueron para la época Egipto, Asiria y Babilonia. Aunque Muchos reyes de Israel y Judá hicieron lo malo ante los ojos de Jehová Dios, hubo también grandes reyes que hicieron lo bueno, manteniendo los rituales antiguos del Tabernáculo, los sacrificios, las ofrendas y sobre todo la instrucción de la ley al pueblo para que nunca se olvidara de Jehová su Dios. Entre esos líderes que reinaron justa e íntegramente se encuentra Josafat; Rey de Judá.
Luego de que Dios fortaleciera el reino, y le diera riquezas y gloria a  Josafat, este adquirió la experiencia cívica- militar, de manera que se hizo temible ante las naciones vecinas y un excelente aliado para otros. Tuvo grandes hazañas y victorias en diferentes guerras siendo apoyo para naciones débiles, pues era gran estratega militar, lleno de gracia y sabiduría de parte de Jehová Dios.  (2 Crónicas cap. 17 al 20). Pero llego el momento de enfrentar sus propios miedos, a sus propios enemigos y de sufrir el precio de la fama. Pero más que eso, llego el momento de pasar la prueba y   ser ejemplo en fe y confianza ante un pueblo rebelde, contradictor,  e incrédulo.
Para los que han tenido la oportunidad de estudiar la Biblia y sobre todo el Antiguo Testamento, habrán podido percatarse de que los israelitas confiaban más en el hombre que en Jehová  Dios.  Mas este Rey tuvo como tarea fundamental enseñar al pueblo a confiar y depender completamente de Dios. Las circunstancias no eran las más idóneas, puesto que no era una, ni dos;  sino varias naciones con sed de venganza, dispuestos no solo a matarlo a él, sino a destruir todo lo quedara de su reino. Es en este momento cuando Josafat se da cuenta que nada de lo que haga evitara el desastre que se le aproxima. Como gran estratega militar ideo los mejores planes de ataque, buscando el consejo de sus sabios y sus generales, dándose todos por vencidos. Tiempo ya no había para huir, y es por ello que desesperado, turbado y afligido busca su última alternativa “humillarse ante su Dios”. Fueron quizás horas, días orando pidiendo de Dios una palabra que les diera las fuerzas para salir de esa difícil y casi destructiva situación.  Me motiva mucho sus últimas palabras en medio de su oración “¡Dios nuestro!, ¿no los juzgaras tu? Pues nosotros no tenemos fuerza con que enfrentar a la multitud tan grande que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos”  2 Cr. 20:12.
Quizás esa fue la misma oración que hizo el Padre de la Fe Abraham, luego que después de tener a Isaac; con Sara su esposa, Dios le ordenara sacrificarlo; dejando a un lado por “un momento” la promesa de su descendencia a través del joven que ahora pedían en holocausto.
Imagino por un momento a Abraham turbado, confundido, y preguntándose a si mismo ¿Por qué Dios hará esto? ¿Qué pasara con mi descendencia? ¿Qué pensaran mis vecinos, mis sirvientes, mis amigos y mi esposa de esta decisión que me ordenan tomar? Y sobre todo la pregunta más importante ¿Jehová Dios realmente es mi amigo? Son estos los momentos en los cuales uno por naturaleza suele guardar silencio, pero el escándalo que se está generando en nuestro interior, en nuestra mente es casi insoportable. Llega el momento en donde nada parece tener sentido, salvo esperar a que se desarrollen  los acontecimientos. Josafat se encontraba en esa disyuntiva, de no saber qué hacer ante tan grande dificultad. Tenía el ejército, diestro para la batalla. Tenía las armas, los carros y la gente de a caballo, tenía la fama de temible por cuanto el Dios fuerte de Israel lo respaldaba, y aun así sintió miedo. Es ese miedo interno que te convence de que nada de lo que hagas te funcionara.  Es ese miedo que doblega tu autosuficiencia, tu orgullo, tu intelecto, tu versatilidad. Es ese miedo que te desnuda, porque te desviste de tu grandeza humana. Ese mismo miedo que te hace mirar hacia arriba convencido de que hay alguien por encima de ti que siempre tiene el control.
El salmo 127:1 dice: Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia.

Grandes hombres como Abraham, Moisés, Elías, y ahora Josafat entendieron lo que significa estar al límite de la Fe. El profeta Elías luego de obtener una gran victoria sobre los profetas de Baal el dios cananeo, tuvo miedo de una sacerdotisa cruel y huyo al monte. Pero lo más resaltante de esta historia es que huyo al monte de Dios. Caminó 40 días y 40 noches que correspondía a 150 km para hallar a Dios. Y ahí Jehová Dios se le presentó  y le ordenó  volver al mismo lugar de donde había huido. 
Son muchos los personajes  descritos por la Biblia, que  experimentaron el miedo, la duda, la confusión y hasta el dolor de encontrarse al final del camino, donde parece que solo hay un vacio, y que al mínimo paso caerás; y más cruel es cuando las circunstancias parecen venir detrás dispuestas a empujarte para que caigas.
Pero es en ese momento cuando ese miedo, hace que aflore la Fe que hay en cada uno de nosotros. Esa confianza que en silencio nos grita ¡Dios esta cercaaaaaaa!.. Solo en medio de la serenidad podemos escuchar. Josafat escuchó  al profeta que le dijo: “Jehová peleara por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”. Moisés escuchó  la voz de Dios que le dijo: “Extiende tu vara al mar rojo” lo hizo y las aguas se separaron de lado a lado y el pueblo pasó en seco. Elías escuchó  la voz en la serenidad –el silbo apacible de Dios- “Me he reservado siete mil que no han doblado rodilla ante Baal, ni le han adorado”. Abraham con el cuchillo en la mano, aun alzada escuchó  al ángel que le dijo: “detente; ahora sé que temes a Jehová, porque no me has rehusado a tu único hijo”.  Dios los llevo al filo de la fe para mostrarse tal cual es Él. A todos ellos les dio la victoria, cuando confundidos, entristecidos y temerosos guardaron sus armas carnales –intelecto, razón y lógica humana- y decidieron en silencio esperar en Jehová su Dios.

Isaías 30:15. Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel: En descanso y en reposo seréis salvos, en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.


Si te encuentras al límite de la Fe, ¡Lánzate! caerás en las manos del Dios de amor y allí será tu descanso.