domingo, 6 de marzo de 2016

La Dulce Espera



Estamos viviendo tiempos tecnológicos donde la velocidad cobra auge en nuestra sociedad modernista, lo que hace que la espera solo sea cosa del pasado, dándole un giro a la población quienes en su gran mayoría prefieren lo  rápido, fácil y aquello que garantice una vida mas tranquila, sin tener que pasar por el afán que conlleva el día a día.
Es increíble salir a la calle y ver como la sociedad se introduce en un túnel capaz de llevarlos a cumplir  sus deseos con tan solo un clic. Desde los dispositivos celulares se pueden transmitir imágenes importantes y aun se logran tramitar documentos bancarios, hacer transferencias de dinero, pagar cuentas de servicios y obtener información desde cualquier destino.
La tecnología abarca desde los emporios empresariales hasta el humilde espacio de las amas de casa. Ahora bien; ¿si la tecnología es tan importante para muchos y esto conlleva a que el ser humano en la actualidad pretenda vivir a toda prisa; por qué la iglesia de Jesucristo se ha dejado arropar por este mismo sistema?
Para Dios la espera es lo más importante. Son muchos los versículos bíblicos que nos invitan y nos sugieren esperar. El Salmo 27:14 dice “Aguarda a Jehová; esfuérzate y  aliéntese tu corazón; si, espera a Jehová”.  Del mismo modo el Salmo 31:19 dice “¡Cuan grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres!”  En este caso particular el Rey David entendió la gratificación de una dulce espera pues para nadie es un secreto que cada salmo fue escrito en situaciones adversas. Y son muchos los hombres en la Biblia que recibieron grandes recompensas por esperar.
Estamos acostumbrándonos  a tenerlo  todo con tan solo el chasquido de nuestros  dedos que,  pasamos por alto un pequeño detalle, y es que; en el Reino de Dios la velocidad solo le corresponde a Él, y la espera le corresponde a sus hijos. Nos hemos involucrado tanto en el sistema tecnológico mundial, que; ahora somos nosotros los que pretendemos obtenerlo todo con tanta prisa, y por ende, a Dios lo dejamos esperando. Y;  aunque suene irónico, la mayoría de las personas que viven de manera apresurada, son las que mas incurren en el mal habito de la impuntualidad.
Cuando  el profeta Elías mato en el monte Carmelo a los cuatrocientos sacerdotes de Baal, huyendo de la  Sacerdotisa principal de este culto pagano llamada Jezabel , caminó 40 días y 40 noches (equivalentes a 150 km)  hasta el monte de Dios. Pero eso no era suficiente, pues luego ahí en la cueva donde se escondió, tuvo que esperar cuatro acontecimientos naturales para escuchar al final la voz de Dios. Y de verdad no se que significado tenga para un creyente en la actualidad escuchar la voz de Dios; pero para un profeta de la jerarquía de Elías, escuchar la voz de Dios era fundamental y por ende una necesidad apremiante.
Luego de la salida de Egipto y la permanencia de los israelitas en el desierto, Moisés subió con su asistente Josué al monte a recibir instrucciones de Dios acerca de las leyes que regirían la vida del pueblo. A Josué se le da la orden de esperar “solo” en cierto lugar del monte, mientras Moisés subía unos metros más a la cumbre para encontrarse con Dios.

Ahora bien, luego de transitar hasta la cumbre del monte, Moisés tuvo que esperar 40 días mas para que Jehová Dios le hablara y poder ver su gloria y; fueron tantos los días que Moisés paso en el monte que los israelitas se hicieron un becerro de oro porque pensaron que Moisés había muerto.
En nuestros tiempos nos resulta todo un tedio esperar. El salmista escribió en un momento de dificultad lo siguiente “Pacientemente espere en Jehová; y se inclino a mi, y oyó mi clamor” Salmo 40:1.


Hubo un Rey de Israel llamado Saúl, de la tribu de Benjamín; que fue desechado por Dios por el simple hecho de hacer todo lo contrario a lo que se le ordenaba; y la razón era que su impaciencia lo llevaba a tomar decisiones apresuradas cuestionando las ordenes puntuales de Dios, cayendo en un estado de desobediencia total.
El ser humano esta acostumbrado a esperar solo aquello que le conviene satisfactoriamente. Los fanáticos de algún grupo musical emplean horas  y horas esperando una presentación; y si es única, se quedaran incluso a dormir en los lugares donde se llevara a cabo el concierto. Los cinéfilos (amantes del cine) pasan largas horas para comprar boletos y ver la película que este en el tope de la popularidad. Están también los que anhelan un empleo y van a su respectiva entrevista; quienes ven transcurrir las manecillas del reloj delante de sus ojos, pero su deseo de obtener el empleo los seduce de modo que la espera se hace placentera. Es increíble ver a los empresarios o vendedores profesionales esperar largamente algún cliente con quien deben cerrar una venta o un negocio importante.
Pero cuando la espera tiene que ver en lo referente a Dios y su Reino, entonces el panorama cambia. Si ayunamos, queremos que al final del ayuno Dios nos responda, y si no lo hace; entonces nos desanimamos y hasta nos enojamos con Él. Si estamos en medio del servicio queremos que la alabanza termine rápido, para que pase el predicador, corte la predicación y el servicio llegue a su fin. Lo peligroso es que, cuando el creyente comienza a sentir tedio por todo lo referente a Dios, es una clara señal de que su vida espiritual va en descenso. No se puede amar a alguien y  sentir tedio a la vez por ello. Una de las razones por el cual el noviazgo se hace placentero es por los momentos de espera que nos ocasiona; pues en esos instantes la dulzura llega por el solo hecho de saber que estaremos cerca del ser amado.
De igual forma sucede en nuestra relación con Cristo. Dios siempre ha recompensado la espera de sus hijos. El profeta Isaías en su libro escribe lo siguiente “Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantaran alas como las águilas, correrán y no se cansaran, caminaran y no se fatigaran” Isaías 40:31.
Esperar significa confiar; confiar significa creer; el creer te lleva a recibir y el recibir es sinónimo de recompensa. 


Grandes hombres y mujeres en la Biblia fueron procesados en la espera. Algunos se desesperaron y perdieron la bendición; pero los que aprendieron a obedecer y superaron los procesos se convirtieron en grandes instrumentos en la mano del Señor Dios del Cielo y de la Tierra, a quien es la Gloria, el Poder y la Alabanza por los siglos delos siglos.

Lo que debemos entender y asimilar es que todo creyente es procesado en la espera.